La noche de ayer en Cañaveralejo fue otra aburrida corrida más. Comencemos por decir que fue a las 7:40pm, después de un considerable aguacero y un día de cabalgata donde reina el desorden y el exceso de alcohol, incluyendo a los que asisten a la Plaza. Es otra de las corridas «regaladas» a las que los habituales -si es que queda alguno- evitan ir, para no mezclarse entre ese público verbenero y carnavalesco que «colma -según la Empresa- los tendidos de Cañaveralejo. Las «nocturnas» tienen ese aire de festival taurino, que otrora se organizaban en paralelo al abono y hacía que hubiese días de doble corrida, recuerdo de lo que alguna vez fue una Plaza de importancia. Pero Cañaveralejo no se queda atrás, y todos los verdaderos aficionados sabemos en lo más profundo que, con tristeza, esta es una fiesta en franca decadencia. Una decadencia contemporánea, donde parece no haber un lugar verdadero para la Fiesta de los Toros.
Estos tiempos han olvidado el valor de la vida y la muerte, del enfrentamiento entre razón y fuerza bruta, entre humano y bestia. Han olvidado el sentido del pundonor y nos hemos convertido en seres mediatizados, en una gama de espectáculos circenses, hecho para diversión de los más salvajes. Pero este no es el espacio para realizar esa discusión. Simplemente, son apuntes sueltos, de los que yo, como aficionado, me surgen cuando pienso estos tiempos de posmodernidad y entornos digitales. Mejor, volvamos a la corrida. ¡Ah, es que no hubo nada importante en la corrida! Por eso, me toca improvisar y hablar mierda en esta plazuela, tan digital ella.
Los toros eran de Guachicono ruta 2, es decir, Alhama. Un encierro que nunca estuvo completo en trapío. Algún toro, bien formado en su tamaño y contextura, pero con pitones de becerro que daban lástima. O algún cornalón, bien armado, pero con una cara de vaca escurrida que tampoco ayudaba. Y muy en el tipo de los Guachico, veletos, cari-alargados. El único que marcó la diferencia fue un jabonero, con aceptable trapío -al que siempre llama la atención un jabonero- al cual aposté mi herencia a que era de reata comprada a otra ganadería, muy posible, a don Jerónimo Pimentel. Eso nunca lo sabremos, pero lo que parecía salvar la papeleta, se comportó como el resto de sus «hermanos»: descastados, despistados, tardíos, aquerenciados. En fin, todos los adjetivos de un encierro aburrido, pesado e insoportable.
Los matadores, ni fu, ni fa. Paco «…………………» Perlaza, como siempre con su carencia de arte, aunque él y el público de Cañaveralejo se las den a que sí las tiene (Le voy a hacer un grupo de Facebook: «Paco Perlaza tiene la afición más grande del mundo y lo vamos a demostrar» o algun güevada así). Pero puede que tenga muchos amigos, porque de arte no tiene nada. Y sigue siendo el mismo torerito calentano que ha sido desde sus épocas novilleriles y ya contra eso nada podremos hacer. Salvador Cortés fuera de sitio, dejando ir a los animales, rajando la faena y saliendo con más pena que gloria de la noche en Cañaveralejo. El mexicano Macías fue el único que puso una notica alegre, con un par de quites, que sin ser la sublimidad capotera, al menos alegraron un poco esta noche de sopor.
Las cuadrillas, terribles. Los peores pares de banderillas que veía en un buen tiempo y los mono-puyazos de ley -contemporánea- que ni siquiera, siendo una, es bien ejecutada. HDP sí somos muy inútiles en estos tiempos posmodernos. Nota fea, el insulto de Santana y Chiricuto -subalternos, anoche a órdenes de Paco- que se ensartaron en pelea con un aficionado del tendido 3, a la cual Paco también se sumó para hacer show y desviar la atención en esa faena estúpida y aburrida que estaba ejecutando.
Alguien que nos acompañaba por 1ra. vez en su vida en el tendido dijo que cuál es la gracia de ir a ver tremendo espectáculo tan aburrido. Y sí, tenía toda la razón. Ahora, salgo a la Plaza.
Abadía Vernaza.