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El papismo hecho pachanga.

Crónica de la 1ra. de abono de la Temporada Taurina (alterna) de Bogotá: corrida. Casi lleno.

Que estamos ávidos de toros… sí. Que adoramos a Mondoñedo sobre cualquiera dehesa en Colombia… sí. Que Puente Piedra en el orden de las cosas es una Plaza de 3ra categoría… sí. Que triunfa cada día más la pachanga disfrazada de papismo, póngale usted la firma y al que no le guste lo que aquí voy a decir, me puede llamar y decir lo que quiera.

La corrida de hoy en Puente Piedra osciló entre un papismo disfrazado de torismo y una pachanga descarada. Alguien decía que es una Plaza de 3ra., con afición de 1ra. categoría. Yo no estoy seguro ni de lo uno, ni de lo otro.

El encierro de Mondoñedo fue duro, encastado, tirando a manso. En general, correctamente presentado, aunque algo falto de más cuajo. Ninguno entregó nada barato y sin descollar, fueron animales interesantes y nunca la tonta del bote. Por eso nos gusta tanto este encaste, que entrega lidias y muertes caras. Pero así se empezó con el papismo. No se debe confundir la dureza, o la casta difícil que tanto nos gusta, con bravura y menos con la parafernalia de darle la vuelta al ruedo a un toro que no merecía en lo mínimo ese premio. Este segundo fue un toro fiero, que no se entregó nunca, ni para bien, ni para mal. Vendió su muerte encastada y el público, que cada día confunde su «primerismo» con pachanga, gritó Toro y logró una vuelta ante una Presidencia sin criterio. Algunos decían que nunca fue concedida. Peor todavía. El papismo empezaba a devenir en parranda.

En el primero y cuarto vimos a un Cid entregado, aunque con lógica contagiado al final de un jolgorio que le valió una oreja. Buena estocada y digo que estuvo bien, aunque sabiendo a poco ese trofeo.

El lote de Libardo fue el menos complicado. Para mí, el colombiano estuvo lleno de decoro y salió perdiendo en el invento de una Plaza que quería dárselas de torista. Me cae que Libardo es lo poco que ahora tenemos para ofrecer en el escalafón de matadores mundial. Al menos, tiene torería y no se llena de vulgarismo, tan frecuente en estas tierras. En el quinto estuvo más desmoralizado, seguramente, por un resultado adverso en medio de críticas que no venían al caso. Pasó sin pena, ni gloria en este que hizo quinto, y la tarde devenía cualquier cosa.

Al tercero salió un mármol, el peor de la tarde, que Roca Rey lidió con recurso y plasticidad. Cada que lo veo no tengo duda que será figura. Sacó faena y dio seriedad a una lidia de toro manso y difícil. Pero vino el sexto y sexto bis y el supuesto papismo de esta Plaza se hizo un zafarrancho.

Primero, en ningún momento vi el tal impedimento físico para devolver al bicho a los corrales. Para mí, de nuevo, un invento de un público que cada momento se hacía más insoportable y una Presidencia que ni sabía a qué pitos tocar.

Y en el sexto bis, se comprobó cómo esa audiencia que venía hacer de rectora terminó hecha un pillo malcriado. Impaciente por la dificultad de regresar un toro en esta Plaza, particularmente, recibió a Roca Rey queriendo jalear cualquier cosa. Y montando de figura al peruano, se mal lidió a este bicho que atendía al nombre de Periodista.

Roca Rey y el sexto bis

Quedando crudo en varas, donde todos cumplieron, fue muy mal pareado y el poco criterio de la Presidencia cambió el tercio con un solo palo, ni siquiera un par, puesto, dando muestra final de su incompetente criterio. Este toro mostró complicado y estando entero en la muleta, puso en evidencia un Roca Rey más desbaratado y una Plaza queriendo inventarse de nuevo lo que no había. La espada y la lidia son justas y ahí se embarulló el peruano, entrando a matar más de tres veces, descabellando cinco, y recibiendo dos avisos. Una Plaza realmente justa hubiera abroncado esta última faena del chico, o en lo mínimo callado con respeto. La verdad es que para curtirse en el toreo también deben sucederse esas tardes de fracaso y gracias exclusivamente a una lidia muy mal dirigida, debió reprenderse y no jalearse con ese falso grito de «torero, torero». Una tarde de poco criterio y seriedad, porque como empezamos, el papismo realmente viste de pachanga.

Así lo vi yo,

Abadía Vernaza.

La nota más positiva: la respuesta de la afición y una buena organización logística, aunque hay que cuidar muchos detalles.

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4ta. y 5ta. de abono.

Por diferentes razones, entre ellas una absoluta pereza de escribir, dejé pasar las corridas de Santa Bárbara y Juan Bernardo Caicedo. Trataré de hacer memoria de lo ocurrido en esos dos días. Cualquier inconsistencia atribuidla a mi falta de constancia y pereza mental. Quedamos así.

En orden, la 4ta. de abono fue una corrida interesante, enviada por el capitán Barbero a Bogotá. Toros bien presentados, con cara, trapío y buen peso. Frente a ellos estuvieron Diego Urdiales (torero que me apetecía ver por lo leído en la taurósfera española), a Miguel Abellán (torero español que recala siempre en Cali, donde hace y deshace, por fuera del ruedo, of course) y Sebastián Vargas (torero colombiano con valor y suerte. Sobretodo, suerte). De detalles ya poco queda en mi memoria de aquella tarde. Lo que sí recuerdo es el encierro de Santa Bárbara que puso en aprietos a los de a pie. Una corrida con sabor y picante que permitió ver la gama que va de la bravura a la bravuconería. También, recuerdo un temerario par al violín de Sebastián Vargas a su primero, arriesgando de verdad las carnes, sí, sí. Diego Urdiales no estuvo a la altura de lo que esperaba de él. Y Miguel Abellán no estuvo en «modo caleño» pero tampoco rescato mayor cosa de sus faenas. Al menos, nada se me ha quedao’ en la memoria. Eso sí, salí contento con el encierro de Santa Bárbara, preguntándome por qué la «corrida de los 80 años» no fue para Mondoñedo, pero bueno, los toros cumplieron y eso es más importante. Seguíamos con animales que daban de qué hablar, usualmente para bien.

La 5ta. de abono correspondió a la ganadería de Juan Bernardo Caicedo y con ellos venían en el cartel «El Cid», Luis Bolívar y Daniel Luque. Sin desear ningún mal y una pronta recuperación a Castella, ese cambio de último minuto fue mi agrado. No es para nadie desconocido que el toreo del francés me aburre, como si viera 60.000 veces el mismo video en Youtube. Y por eso, el cambio por El Cid era, al menos, algo que me motivaba. El Cid es un torero que me gusta. Tiene algo que me hace creer en él. Y para mí, ese domingo lo demostró. Salió a torear de verdad, especialmente en su primero, templó, mandó y lidió. Tal vez alguna de sus orejas fue muy larga, pero sinceridad demostró en el ruedo. Además, esa tarde El Cid ebullía torería, toreando, agradando y mandando como director de lidia. A mi, que me tildan de «enemigo» de los toreros, me agradan ese tipo de detalles y los aprecio. Son reflejo de no sólo vestirse, sino sentirse torero. Ahora, de Daniel Luque debo decir que también me gusta (¿será que me estoy ablandando?). Me gustan sus formas poco ortodoxas de interpretar el toreo, sin perder el sitio y el temple. En su primero ejecutó una bonita faena que fue rematada con un «estoconazo» de antología. En serio, propinó una muerte certera y digna a un buen ejemplar de Juan Bernardo Caicedo, que si no recuerdo mal fue premiado también con vuelta al ruedo, ganando a ley una oreja por su lidia y otra por la estocada. Una comunión que poca veces ocurre. En su segundo estuvo muy por debajo y apenas recibió unas tímidas palmas. Sin embargo, Luque sigue siendo (en esa única tarde que le vi este año) un torero con mucho futuro y obviamente, mucho camino por recorrer para alcanzar la maestría. Al menos va por buen camino. Camino que no ha seguido Luis Bolívar. El colombiano ha pasado de ser una promesa de la verdadera torería a un enorme promotor del destoreo, la falta de sitio y los truquitos. En ambos animales (y en varios durantes las últimas dos temporadas) Bolívar ha demostrado que su arte se está diluyendo en un mar de mentiras. Toreando a control remoto, dejando espacio pa’ que pase una tractomula entre toro y él, Bolívar apela al discurso de ser «el torero colombiano con mayor proyección en los ruedos españoles» para obtener el favor del público voluble que colma la Santamaría y a punta de orejas demasiado, pero DE MA SIA DO largas, ha salido triunfante cuando sigue sin volver a demostrar por qué en algún momento fue considerado promesa del toreo (el de verdá, pa’ que no queden dudas). Lástima por Bolívar, de tanto idolatrar al santo se le termina quemando. Paila, como diríamos los más pollos. Los toros de Juan Bernardo sí fueron algo destacable. Bonitos, bien hechos, de buen juego en general, siguieron poniendo una buena nota a esta temporada de mucho toro y poco torero. Entre bastidores cuento que se quedó un hermoso sobrero en los corrales de la Santamaría, por culpa del tejemaneje en el sorteo y la CARA que tiene ese mono de JBC. Seguían los toros buenos y de verdad. Ay, cómo me estaban dando de gusto!

Les dejo tres galerías de fotos, una de la 4ta. de abono, otra de la 5ta. de abono y una de los juanbernardos en los corrales, todas de mi gran amigo, «más amigo de los toreros que yo» y cada vez mejor fotógrafo, Andrés Rivera. De paso, lean su bló, se los recomiendo. De las diferentes perspectivas, decía un buen aficionado venezolano, «es que el mundo del toro es muy arrecho». Eso es verdá.

Abadía Vernaza.

PD: Esta tarde o mañana escribo lo ocurrido en la 6ta. y última de abono en Bogotá (y de la temporada taurina colombiana… 😥 SNIFF). Eso aún lo tengo fresquito, fresquito.

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