Archivo mensual: diciembre 2012

De media casta le viene al toro.

Me he atrasado en la reseña. Fue por pura pereza. El día 29 de diciembre se lidió un encierro de Ernesto Gutiérrez, muy en su tipo, para Diego González, El Juli y Luís Bolívar.

Cuando me refiero a muy en su tipo, fue un encierro mínimo, con lo suficiente para embestir, ir y venir, permitir el arrimón y salir por ahí, caminando fresco. Un toro de media casta, tailor made. A eso me refiero con que el dicho ahora debe rezar «de media casta le viene al toro».

Como director de lidia estuvo Diego González, esa pérdida de la tauromaquia colombiana, sacudiendo el lote más complicado de este encierro facilón. Digo pérdida porque González perdió en la suerte suprema, que nunca logró dominar, la oportunidad de ser figura, que su manera y forma de torear le brindaban. Fue un buen torero, con profesión, conocedor de su arte, pero débil matador de toros. Así, nunca reventó y se diluyó en décadas de poco toreo. Al primero lo lidió con decoro y despachó mal. En su segundo recibió un tope y un puntazo, que pudo ser peor. También lidió sin descollar y pinchó varias ocasiones. Así fue, así ha sido y así será.

El Juli estuvo bien pantallero, haciendo un toreo pop que la Plaza celebraba a rabiar pero la dichosa espada llevo a su lugar justo y después de pinchar y mal descabellar aplacó un bullicio descomunal. En el segundo estuvo aún más populachero, congraciándose con un público que le premiaba el buscar a una mula aquerenciada diciendo «míralo cómo se entrega aunque siendo un dios no le debe nada a nadie. Otro lo despacha». Supuesta honestidad donde no hubo nada. El efecto se terminó con una terrible estocada riñonera, cazando al bicho en afán de no perder los regalos. Aún así, no sirvió.

Bolívar también reventó a la Plaza en dos lidias parcas, pero que Parrandaveralejo coreaba. En el primero, la espada también se hizo Comandante, acabó la diversión y mandó a parar. En el último estoqueó bien y así se cerró una corrida que casi llena la Plaza pero como muchas cosas en Cali, tampoco fue suficiente. La nota es que durante esa faena escribí la reseña del día anterior. Nunca me había pasado, ya verán la emoción.

(No dejo de escribir, así a nadie interese que ya murió la Feria).

Abadía Vernaza

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Cañaveralejo y sus 440

Una Plaza parrandera, que tiene nombre de orquesta: Cañaveralejo y sus 440. Ay, Plaza de segunda, donde ser flaco y escurrido es lo que está de moda.

Los toros de Juan Bernardo Caicedo tenían buena cara, algo de casta pero todo rondando todos los 440 y algo kilos. Y eso cuando llegan. Que desconfianza brava la que genera cuado el cartel marca el 440 cerrado. ¿Será que eso pesa, así cerrado, como número para el chance? ¿O cuánto faltó para llegar al peso de reglamento? Igual acá el reglamento es una cosa que existe just for fun. De ahí a su aplicación, Ja! O sino, vea a la Presidencia de Cañaveralejo y su rector que ni sabe cuándo cambiar el tercio. O si no me cree, vea a los subalternos que piden capote después del primer par sin esperar al segundo. Y los que lo hacen se quedan mamando. Maricadas de esta Plaza, vos sabés.

Ayer era corrida mixta, con Javier Castaño, Guerrita Chico y Pablo Hermoso de Mendoza, el de los caballos.

Hace rato no me perdía un primer toro. Los trancones de Cali así me obligaron. Llegué al segundo de Guerrita. Ahora resumo eso, a lo bien.

En el rejoneo hubo un poco de bulla, parche, pero con rejoneador a bordo. Aunque dejó tocar varias veces a los caballos. Ese arte en puntas… Pero Pablo Hermoso cumplió, sin reventar a la afición. Primera tarde, pasado mañana vuelvo.

Guerrita Chico volvió a Cali y ¡mi madre, por favor no más! No te odio, para nada, pero ya es hora de ver otras cositas. Guerra tiene perserverancia y aguante al chiflido. Pero de buena onda, no hay nada.

Javier Castaño mostró torería, por allá escondida. Algo que casi no se ve en Cali, porque se llega a esta Plaza con una displicencia. Castaño se ha curtido, todos lo sabemos. Ahora lo vimos, dejó algo en la afición, pero parece que nunca es suficiente. Eso sí, al aficionado de verdad lo deja esperando. A ustedes les dejo el dato: Manizales, 6 de enero, Mondoñedo, Javier Castaño, Andrés de los Ríos, Eduardo Gallo. Consideren.

Ahora, una corrida más, de poco peso, picante, pero que aún deja qué desear.

Abadía Vernaza

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Otra corrida más

A veces, en este ejercicio de reseñar corridas just for fun uno llega a quedarse sin tener mucho para decir, ni bueno, ni malo. Ni rabón, ni divertido. Es que la corrida de ayer estuvo normal, dentro de los cánones de la tauromaquia posmoderna.

El encierro de Las Ventas del Espíritu Santo (propiedad del Maestro Rincón) estuvo muy en su tipo: toros de media cepa, irregulares en presentación y juego. Unos corpulentos pero con poca cara y poca encornadura, otros mejor armados pero con poco peso. Y en general, de muy poca fuerza, trayendo de nuevo esa lidia contemporánea a media altura y sin exigir mucho a los gatos. Así, carentes de ímpetus en los animales, transcurrió una corrida de las de ahora, como nos están tratando de acostumbrar. En el reconocimiento se quedaron dos, teniendo que ser cambiados a última hora. No me imagino qué eran.

En el 1ro., Vargas no entendió al negro, no sabía dónde pararse, moverse, sentarse. El otro tampoco ayudó. Así quedó. En su segundo toro (4to), Sebas Vargas quedó con ojo y tirria a su bicho astifino, después del susto en el primer lance y así, lo de destoreó, tratando de inventar una mansedumbre que no existía. Nada, la Plaza no le creyó.

En el 2do., El Juli lidió un toro completamente sometido, arrodillado. Si bien vale el llevarlo a ese punto, el animal carecía de ímpetu, nada de poder. Ahí podrían quedarse horas, con una bestia más que bruta. Cortó una oreja, por el cariño que le tiene esta Plaza tan sabrosa. En el 5to. El Juli le trató a un manso insoportable, de esos que el calor caleño hace aún más jartos. Así, nos aburrimos mal. Yo me pregunto qué tendrá Cañaveralejo para que tanto animal salte así, aterrado, saliendo despavorido. Vaya uno a saber.

La mejor nota de la tarde la tocó Iván Fandiño. En el 3ro. lidió con honestidad a un toro complicado y peligroso. Mandó y metió carne buscando ganar la pelea. Una oreja. Y al último, le sacó una faena interesante, con verda, con mucha torería. Lástima que al final cayó en el show del indulto que esta Plaza armó con animalete que apenas y entró al caballo. Igual tuvo que estoquear, siendo muy efectivo. Dos orejas y con esto abrir la Puerta del Señor de los Cristales.

En notas apartes, me entristece mucho las mañas y jugarretas que buenos subalternos de la casa han agarrado, alterando la faena. Ellos saben quiénes son.

Abadía Vernaza

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Ve, mirá, volvimos a esto de los «toros».

A mitad de año me lamentaba por la situación de la Fiesta, representada en los tejemanejes entre la Alcaldía y la Corporación Taurina de Bogotá y el incierto futuro de la Santamaría. De alguna forma me despedía de un año taurino sin rumbo, porque Bogotá se ha convertido en la Plaza de mis cariños, algo decorosa, en medio de tanto barullo y pseudo-tauromaquia. Ya es conocido que decidí nunca volver a Medellín y su plaza posmoderna, sin muchas ganas de ir a Manizales a ver, generalmente, toros brochos y facilones, sin coincidir con las pocas fechas de Duitama y sin planes para volver al suplicio que se había convertido la plaza de Cali, así me quedaba sin rumbo taurino. Pero, gracias a las siempre bien recibidas vacaciones colectivas, terminé regresando a mi tierra, a la Sultana del Valle, y como le decía ayer a mis compañeros de corrida, Cañaveralejo tiene el mejor gancho de mercadeo para hacerme volver: la Feria y mis amigos. El eslogan comercial de esta plaza reza «Feria sin toros no es Feria», pero siempre me he preguntado qué sería de la Temporada Taurina en Cali sin la Feria. Así que, arrastrado por los amigos, el plan después de la cabalgata, la bota, las risas y la pequeña esperanza de que la actual intervención de la Plaza, la salida de sus rectores y la llegada de una nueva Junta Técnica vele por la integridad de esta decadente plaza, volví.

Confieso que este año ni los carteles conocía, no les había parado bolas. Por ahí supe del aburrimiento que fue la corrida «Pre-Feria» y de la pésima corrida del 25 con los Puerta de Hierro. Pero, aunque ya estaba en Cali, ni por la Plaza me había asomado. Hasta que ayer me convencieron y así compré entradas para todos los días, del 26 al 30. Tampoco eran tantas.

La corrida de ayer, pasando por ser un Festival, no dejó mucho de qué hablar. Se lidiaron 6 Fuentelapeña para 6 matadores: Antonio Ferrera, Paco Perlaza, David Mora, Luís Bolívar, Iván Fandiño y Javier Castaño. Los animales muy irregulares, tirando a la mansedumbre pero con fuerza, excepción ahora que debería ser regla. Al menos, no se vieron toros sentados, algo que ahora destacamos. Too bad.

De los de a pie, Ferrera cirquero, bullicioso, ejecutó todas las suertes él mismo, a un mocho duro. Con ganas de armar foforro, se llevó dos orejas larguísimas, medidas a cuenta «de festival». Ahí van sumando. Después, Paco Perlaza, que uds. saben, jamás he entendido su concepción del toreo, ni me he conectado con algo que realice en el ruedo. Ayer entramos en una interesante discusión sobre los toreros de arte, los de técnica, los de poder y sobre qué sensibilidad y qué empatía se debe tener para lograr algo en esa difícil profesión, a propósito de Perlaza. Sobre lo realizado en el ruedo, lo vi arrastrado por toda la Plaza, sin poder mandar un burraco del que poco vimos. Ah, le dieron una oreja, vaya uno a saber por qué. Creo que después vino David Mora. O no? Ya no sé. Al rato salió Luís Bolívar, con voluntad lidió bien a un burlaco repetidor y aguantador, que le siguió el paso durante casi 20 minutos de faena y que Cañaveralejo, blandito, trataba de indultar. Pero Presidencia y torero, y unos pocos buenos aficionados, supieron que no reunía las condiciones para tan «perrateado» premio y entró estoquear. Le dieron dos orejas, que a la medida de lo mostrado por Ferrera y Perlaza, pues valían algo más. Me parece que lo hizo bien, con aguante, mandando, dando distancias, con la buena izquierda. En general, bien y con gracia y cabeza. Después vino Iván Fandiño, que no vio a su toro y lo despachó rápido, armando la discusión y el descontento en los Tendidos. Para mi, hubo algo de displicencia. Pero quién soy yo. Después del calor de la discusión, uno espera más de un torero como Fandiño. Cerró Javier Castaño, dejando ver cosas buenas de torería a un mansurrón, propinando una estocada recibiendo, como a 5 metros de distancia, algo desfigurada pero con intención y vale por ella.

Así, pasó la primera noche de corrida. Yo no sé si son los faroles, previos a la corrida, los colores borrosos en medio de las luces de la Plaza, pero las corridas nocturnas no son iguales. Todo pasa en medio de una opacidad extraña. Esta tarde vuelve el sol. Nos vemos.

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