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Un oasis de seriedad y tauromaquia

Se me ha vuelto costumbre, tal vez más mala que buena, escribir sólo sobre la corrida de Mondoñedo. También es cierto que el número de corridas a las que me he animado a ir en los últimos dos años ha caído drásticamente. Siendo esto una realidad, este texto busca menos la difícil tarea de hacer justicia a las emociones vividas en tan importante tarde y más una excusa para disertar sobre el estado actual de la Fiesta, de la afición, propia y ajena, y sobretodo, dar cuenta de lo esenciales que son corridas como la de ayer, 5 de febrero, para la afición.

¿Por dónde empezar?  Corrida de toros muy seria. No sólo muy bien presentado el encierro de Mondoñedo, muy entipada y bien armada, sino también un cartel rematado con tres toreros, de cortes muy distintos pero curtidos o con buen oficio, que auguraba por lo menos una tarde de toros con mucho interés. El juego de los bureles fue muy serio y encastado, unos en manso, otros en bravo, pero todos con mucha casta y genio. Toros muy bravos al caballo sin excepción, derrochando sangre Contreras. Una corrida de toros en todas sus letras. Esa es la primera razón. La seriedad de esta corrida es un oasis  en medio de un temporada mediocre, con una cabaña brava en crisis de casta y un trapío a la baja, con toros pequeños, noblones, sosos, carentes de verdadera emoción.

La crisis de la tauromaquia es innegable en Colombia, no sólo políticamente hablando, sino también desde las oficinas taurinas, donde el ventajismo y la falta de toros en propiedad no sólo está acelerando el fin de las corridas y la afición, situación para nada nueva, sino que también está estandarizando -para mal y hacia abajo- el toro que se lidia en cada Plaza. Una corrida como la de ayer es un muestra viva de que con el Toro-Toro, esto sí va. Y va porque ante un Toro, en todas sus mayúsculas, hay que ponerse con cabeza y técnica, con seriedad torera, dignificando el oficio antes que la exhibición. Ante toros en su extensión hubo toreros que entregaron la verdad de su profesión, aún en sus propias limitaciones.

¿Crisis de afición? Tal vez. Más bien, falta de afición a esa cara de la tauromaquia insulsa que se está desperdigando por los ruedos colombianos. Encierros escurridos, rayando en novillo, descaradamente arreglados, descastados y bajo la excusa de colaborar con el arte, en exceso tontos. Animales sin emoción o riesgo, que anulan el componente trágico del rito y lo hacen rayar en lo patético. Seguramente esa es mi crisis de afición, al no concebir el ritual sin el componente peligroso que debe infundir un toro de lidia. Esta es la segunda razón, al infundir respeto los toros de Mondoñedo, todo lo que bien se hiciera en el ruedo tenía su mérito. Y lo que no, la afición y el mismo bicho lo cobraba. Ante este panorama, en mi concepto, se desdibujan otras «apoteosis» toreras ante animales de medio pelo. Ya vendrá uno a saber si es de aficionado «ya un poco pasao», como lo decía Domingo Ortega, «que cuando veis el toro con facilidad, pues no se entusiasma». No lo sé. Pero él mismo dijo que «cuando veas un toro hecho y derecho y un hombre que sale y está bien con él, verás como vibra la gente de otra forma que cuando es una cosa de andar y pasar, andar y pasar del el arte de torear». De esas palabras harán 60 y algo más de años, pero su verdad sigue siendo la misma. El toreo de carril, la obsesión por el pasar no soporta la afición, la verdadera tauromaquia, la ética del toreo y la sabiduría del oficio, que sigue aflorando cuando un toro de verdad lo exige. Sin corridas como esta, el ritual sería más una mala comedia, en lugar del triunfo y honra simbólica a la muerte, al miedo, al peligro y a la tragedia.

Volviendo a la corrida de ayer en la Santamaría, precisamente lo que se vio fue una Plaza vibrando de otra forma ante hombres, especialmente Rafaelillo y José Garrido, que estuvieron francamente bien ante toros que no entregaron su vida y sus dominios con facilidad. La tarde de ayer fue el conjuro de toros exigentes y toreros valientes que cuando sucede refresca o mejor dicho, confirman mi entendimiento profundo de la tauromaquia como un ritual de lucha titánica, de poderío, ritual frentero y verdadero.

En su primero, el murciano estuvo muy entregado, y aunque se vinieron a menos tanto toro como torero, la sensación que quedó fue la de una faena con la verdad pegada a los machos. En el segundo, Rafaelillo lidió con aún más oficio y pureza, al que tal vez fue el más difícil y con más guasa del encierro. Un bicho muy bien armado, bravo en el caballo, que en momentos se puso por encima de los actuantes y que le obligó a plantear una pelea donde lo que más resaltó fue la valentía. Esa sustancia que cargan los verdaderos toreros y que sacan cuando un toro de tanto genio busca vencerle y hasta matarle. Es de mi entender que el valor, el oficio y el dominio vienen primero que el arte, porque no hay arte sin lidia, aunque pueda haber lidia sin arte, así en la tauromaquia actual se lidien animales que no exigen lidia y vienen ready made pa’l arte. Aunque hasta cierto puntos, las faenas de Rafaelillo no terminaron de cuajar, su quehacer en ellas, poniendo la ética por delante, demostraron su maestría en la lidia, en el dominio de los toros, en el rescate de la pureza del combate y además de esto, una impecable dirección de lidia que dan cuenta de su verdad, que es suficiente para llamarle torero y esperar que el próximo año regrese a refrendarse en su torería.

Quien sí logró cuajar dos faenas importantes fue José Garrido, que a menos de dos años de su alternativa ha curtido su oficio y dado la talla en serias corrida en Plazas como Bilbao, en Sevilla como novillero y ayer en Bogotá. Le vi francamente bien, con buen sitio, toreando con profundidad y reposo, buscando más el toreo caro, ante dos Mondoñedo que exigieron su torería a fondo. Particularmente, me gustó más la faena a su primero. Parado en salida, no pudo ligar más que dos capotazos antes de la entrada de los caballos. Mal augurio. Sin embargo, en honor a su casa, el bicho sacó su casta en el tercio de varas y a partir de ahí, vino a más. Buena conjunción entre un animal difícil pero que se fue metiendo en la pelea y un Garrido dominador que le llevó a donde quiso y le estoqueó bien. Una de las faenas más serias y cuajadas de la Temporada y digna de 5 años de espera, en mi caso y el de Mondoñedo, de volver al coso del barrio San Diego.

En el sexto, la corrida había ido a más, con el público poniéndose boca abajo con los contreras, sus buenas peleas, su honda seriedad y la admiración que esta Plaza profesa a esta solerísima ganadería. Tocayito, de nombre, cumplió con altísima nota en todos los tercios, y rápidamente se ganó el favor del público, acompasado por un Garrido inteligente y bien puesto. Se dio el indulto y la Plaza se hizo un clamor. ¡Mondoñedo, Mondoñedo, Mondoñedo! La Plaza no sólo estaba a los pies del extremeño y del sabanero Tocayito. También a los de Don Gonzalo, el ganadero y el recuerdo de su padre, don Fermín, fallecido el año anterior. Fue corrida de justas dimensiones, donde el toreo se celebró en su verdad. Esta es la cuarta razón, el dar la mayor dimensión a la buena tauromaquia, la que necesita del toro, donde este es su eje y verdad y no un mero accesorio. Donde se hace realidad el viejo dicho de hoy sí vinimos a los toros.

¿Crisis del toreo? Pues algunos ya me dirán que no tiene sentido una tauromaquia simplemente basada en el derroche de valentía, ante toros imposibles, entendimiento arcaico del ritual. Sin embargo, yo hablo de una conjunción tan difícil de suceder en corridas mediocres, donde el toro peca por su ausencia. La reconstrucción de la afición, la salida de su crisis, parte por entender que el toreo moderno deshonra al toro, le reduce a su mínima expresión, en una interpretación maniquea donde el toro debe colaborar con el torero y no, en su naturaleza, luchar por sus pagos y su vida. Crisis que por demás sustenta cierto animalismo aficionado que busca la reducción del castigo, en un afán de defensa del toreo, pero que desconoce y al tiempo caricaturiza al toro, lo vuelve un actor de reparto, inherentemente secundario, en una lucha donde su combatividad le hace protagonista.

Una corrida tan rematada como la de ayer es un oasis de afición y la Plaza de la Santamaría ayer fue un oasis de seriedad y canon, ante una temporada latinoamericana llena de mediocridad, triunfalismo y bufonería. Una revelación incómoda para algunos de una tauromaquia de dominio y valor, de técnica y saber, que revela el engaño del postureo en los toros. Ayer, cuando las verdades se revelan simples, yo sólo vi la materialización de las palabras de don Domingo Ortega, una Plaza vibrando de otra forma y cinco razones suficiente para sobrevivir esta afición a punta de mondoñedos.

 

 

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El Toro nos visitó en Bogotá.

He regresado un año más a la Santamaría. A la que acuerdo con sus slogan publicitario (para atraer people, obvio) es la mejor feria de América. Sin ser un dechado de virtudes, la Temporada Taurina en Bogotá es la mejor rematada tanto en toros como en toreros. Es la feria más decente de este lado del charco. A la novillada no fui, no me levanté. A la corrida sí. Y menos mal lo hice.

El Capitán Barbero ha enviado un encierro con todas las de la ley, en trapío y comportamiento. Todos los toros tuvieron la seriedad que manifiestan los animales bien criados y bien enrrazados. Desde el sorteo, se veía en los corrales una corrida serie, bien plantada, una tarde con ají. Y como ya es costumbre acá, y en todo lado, estas corridas serias, poderosas le tocan «en suerte» (porque acá de azaroso no hay nada) al cartel con menos peso de todo el ciclo taurino, en este caso, la penosa «corrida de colombianos». Los 6 toros de Santa Bárbara revelaron la falta de sitio, técnica y valor de los tres alternantes. A mi modo de ver, fue de esas corridas que tanto me gustan, donde el Toro, la supuesta bestia bruta, humilla el honor de la razón humana. Los tres pobres toreros nunca supieron qué hacer con los animales del Capitán, y a punta de trapazos quisieron disfrazar faenas que, afortunadamente, no todos se tragaron, especialmente en los tendidos de sol. Una tarde donde el grito de Toro, Toro, Toro hizo su aparición en todos los turnos, y los espadas, honor por el suelo, no podían hacer nada para evitarlo. Además, sus pocas condiciones así se los permitían. Dos toros premiados con vuelta al ruedo, junto a dos orejas regaladas para no seguir «insultando» más a la razón humana. Es más, me sorprendió ver a la Santamaría tan entregada al animal, cuando para nadie es un secreto que esta Plaza es más de toreros.

Pero es que ayer Bogotá tuvo a bien recibir la visita de 6 toros, con bravura los más, con resabios de manso los menos. Pero animales que destaparon la incapacidad torera de los actuantes y salieron vencedores en una tarde donde al final, después de despedir a los toreros entre algunos aplausos y algunos pitos, la afición pidió la vuelta al ruedo al ganadero, quien humildemente, disfrutando de su triunfo, accedió a saludar desde el tercio frente al burladero de matadores. El mismo burladero donde todos, subalternos y apoderados, sacaron cartilla a ver si alguno de los matadores podían entender qué hacer con alguno de los animales. Y que así no hicieron.

Palmas unánimes al terminar la corrida al ganadero, quien cumplió con su cuota de la tarde, enviar un gran encierro. No digamos que lástima que no haya habido toreros, eso ya lo sabíamos. Mientras haya toros, al menos yo, soy feliz. ¡Y nos falta la Mondoñedo!

Abadía Vernaza.

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Impresiones previas…

Ya estamos a pocos días del inicio de la Temporada Taurina en Plaza de Toros de la Santamaría, en Bogotá, Colombia. Esta cuenta con 7 festejos de abono -1 novilladas, 1 corrida de rejones y 5 corridas de toros. Y lo más «significativo» y emotivo de esta temporada, la despedida del Maestro, de César Rincón. La temporada va del 19 de enero al 24 de febrero (ver Carteles).

Como cada año, surgen diferentes expectativas ante cada cartel. Impresiones previas a un temporada que pueden ser la gloria o el más rotundo fracaso, porque la carga emocional la tiene, más que nunca. Es de las veces que es legítimo sentir especial condescendencia con un torero o con una fecha específica. Cañaveralejo padeció esa carga y no estuvo a la altura. Las Bodas de Oro de la Monumental de Cañaveralejo no fueron en lo más mínimo doradas. Además, la despedida de Rincón de la plaza -la 1ra. plaza de 1ra. que le dio oportunidades como novillero- fue un rotundo fracaso taurino (logísticamente, muy bonito, pero y ahí qué, no hubiese sido mejor despedir al Maestro con un verdadero animal… en fin). Ambas corridas en Cali, la de los 50 años, y la despedida de Rincón brillaron por todo, menos por los toros. Esperemos que este fracaso no se repita en Bogotá. ¡Hay ambiente, ahora ojalá que haya TOROS!

Y bueno, ahora tarde a tarde (de domingo, excepto la novillada del 19 que cae sábado, y por demás no alcanzo a llegar a Btá), plasmo mis impresiones de la temporada a punto de iniciarse:

Como dije, el 19 no alcanzo a estar en Bogotá, sin embargo, creo que es la tarde que define el cartel de Jairo Miguel para el otro año y creo yo, bastante diciente para tomar la decisión de alternarse en México en abril próximo como se ha anunciado en algunos portales de noticias taurinas. Con apenas 15 años -pero bueno, eso es problema de él- seguro y nada de toros toros. Marketing, otro niño-torero. Más bien, creo que sería importante pa’ el colombiano Arcila, de más edad, quien a pesar de no ser un genio, es de los novilleros colombianos más trabajaditos y puede ir dando el paso a matador. Más que el nené de 15 añitos, eso sí.

El 20 (este sí, domingo, como es en Bogotá), se presentará el cartel más caleñizado (de Cali, ¡y sí, con sentido peyorativo) del mundo taurino. Los toros nada más y nada menos que de los sinvergüenzas Guachicono (mejor encierro en Cali, bah, por eso son sinvergüenzas). Los toreros Pepe Manrique (alternado en Cali), Sebastián Vargas y el torero de la tierra, de la tauromaquia caleña, el maestro criollo, el genio de Cañaveralejo, Paco «Paquetico» Perlaza. ¡Ay no, ya me hice la mala leche! Pero bueno, esperemos que Don Luis Fernando Castro sea honrado, y como esta NO ES SU PLAZA, mande un encierro que haga méritos pa’ ganarse el premio a mejor encierro, pero por ser la última corrida para el hierro de Rincón, por cuestiones de «amabilidad» con el «jubilado» torero, se lo den a él. Y se haría justicia. Además, Paco no estaría TAMPOCO EN SU PLAZA y tendría -creo yo- sacar algo de verdadera tauromaquia. En definitiva, esperemos que ambos, toreros y gandaderos, se sientan un poco extraños y salgan a hacer las cosas bien y de verdad, sobretodo el ganadero con sus toros, porque eso de lidiar solo en Cali está como complicado, no.

El 27 de enero es, digamos, la 1ra. tarde de expectación. La penúltima corrida de Rincón en Bogotá. Además comparte cartel con un «consentido» de la afición bogotana, Rivera Ordóñez, quien regreso el año pasado y «conmocionó» los tendidos, sobretodos los ocupados por la damas -algo más mayorcitas. La verdadera expectativa para esta tarde es poder apreciar la tauromaquia -verdadera- de Rincón, que se me en tablas en la despedida de Cali. De Rivera, pues poco. Y de Palomo Danko, nada. Le falta mucho, muchísimo, a este utrero del encaste Linares. Y como siempre esperando por los toros. En este caso, los Achury Viejo, que siempre andan «buenos de presentación, pero justos de raza». Y eso así, como que es igual a nada.

Si nos ponemos a pensar -en los zapatos de empresarios y del público- cada tarde tiene su expectación. Y la del domingo 3 de febrero pues sería la lidia que compartirían los Moura -padre e hijo- junto al rejoneador criollo Juan Rafael. Y bueno, esa sería la de aquel primer domingo de febrero. En el público, digo, porque a mí la verdad el arte del rejoneo no es que sea de mi mayor agrado. En ocasiones, un bonito espectáculo y ya. Y los toros de Dosgutiérrez (siempre como encierro de rejones) no es que me llame mucho la atención con sus toritos correlones.

Seguimos con la corrida del 10 de febrero. El cartel: toros de El Paraíso para Finito de Córdoba, José Tomás y Ramsés. Mi «expectativa»: Los toros de El Paraíso. Han tenido bonitas tardes. Y por lo menos, suelen ser los que menos disgutan en presentación -al menos alcanzan los 5 años y un buen peso. Finito de Córdoba es otro consentido de esta afición. El año pasado no estuvo presente, pero al parecer es torero que esta plaza pide. Hace unos años no le veo. Y en Cali se fue sin pena, ni gloria. Para el público, la reaparición de José Tomás -acá no hay qué negociar, las corridas nunca van por TV- y pues la verdad con su posmoderno show mediático me ha matado las ganas y la esperanza de ver una tarde como la que vi hace unos meses -gracias, bendito Youtube- en la San Isidro del ’97. Y Ramsés, nuestro torero (la Undetoc -Unión de Toreros Colombianos- exige un espada nacional en cada corrida) pues poco torea. Y a poquísimas corridas, poquísimo arte.

Para el 17 de febrero hay lo que las empresas llaman «un cartel de lujo». El otro niño torero, «El Juli» -ay, Juli, parece que te van a quitar el record de toreros más joven de la historia-, Miguel Ángel Perera y Luis Bolívar. Los protagonistas de la Fiesta, de la casa de Juan Bernardo Caicedo. Y así esta se convierte en «mí tarde». La de más expectativa. Y no por Juliáncito López, quien la verdad poco interés me causó el año pasado y poco interés me produce este. Expectativa porque los Juanbernardos me dejaron un buen saborcito en Cali, y sabiendo que esta plaza es más suya que Cañaveralejo, anhelo que el ganadero haya reservado un encierro de mayor postín pa’ doña Santamaría. Además, volveré a ver a Perera, quien a pesar de la mala suerte con los astados con la que ha corrido en estas tierras, me produce interés honesto y del bueno. Espero que su lote embista, y pueda cuajar una bonita faena, eso sí a un buen toro. Y como nunca lo he ocultado, mi esperanza en el toreo colombiano, Luis Bolívar, a quien cada tarde le deseo la mejor de las suertes y el mejor de los sitios para torear de verdad. Con animales -los Juanbernardos son tal vez los que más esperanzas me dan del ganado colombiano- y buenos toreros, espero que haya una tarde de recuerdo. Un animal, uno, pa’ volver el otro año.

Y la corrida final. La del 24. La tarde del adiós. La tarde que todo el mundo taurino espera. La despedida del mejor torero de finales del siglo XX. El César del toreo, el Rincón de los secretos. Y como cualquier aficionado que haya podido presenciar algunas de sus tardes de triunfo -o de cátedra torera- estoy a la expectativa por poderle ver por última vez en los ruedos. Y en un mano a mano con su «opositor» Enrique Ponce. El mano a mano histórico de la década de los noventas, que tantas plazas recorrió y tantas vez causó expectación. El ganado, el propio, el de la casa, el del mismo César, y así las disculpas poco valen. ¿Las responsabilidades aumentan? pues es este caso está en juego la horandez, la decencia y el amor por una plaza, por una ciudad. Los animales serán melositos, consentidos, terciados. Solo espero dos cosas en cuanto a este: que no sean mansurrones insufribles -aquel tipo de toro tan frecuente que tanto aborrezco- y que el «torodero» Rincón no haga un berrinche como el año pasado -y en Cali también- pa’ salir con un indulto. Que no le tiemble la mano para estoquear a los que deba enviar al destazadero, que lo veo muy blandito últimamente. Y si es con indulto, pues ya veremos. Eso sí, por fuera de esta críticas, va algo de indulgencia. Indulgencia ganada con 25 años de arte y torería. Una carrera que termina, y afortunado seré de estar ahí.

Estas son las impresiones previas a una temporada a punto de empezar. Esperemos honestidad y arte. Y que los toros embistan. Pero que sean toros de verdad. Al menos en edad, que eso de tirar cuatreros es un robo.

Abadía Vernaza

Plaza de Toros Santamara - Bogotá, Colombia

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