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Un oasis de seriedad y tauromaquia

Se me ha vuelto costumbre, tal vez más mala que buena, escribir sólo sobre la corrida de Mondoñedo. También es cierto que el número de corridas a las que me he animado a ir en los últimos dos años ha caído drásticamente. Siendo esto una realidad, este texto busca menos la difícil tarea de hacer justicia a las emociones vividas en tan importante tarde y más una excusa para disertar sobre el estado actual de la Fiesta, de la afición, propia y ajena, y sobretodo, dar cuenta de lo esenciales que son corridas como la de ayer, 5 de febrero, para la afición.

¿Por dónde empezar?  Corrida de toros muy seria. No sólo muy bien presentado el encierro de Mondoñedo, muy entipada y bien armada, sino también un cartel rematado con tres toreros, de cortes muy distintos pero curtidos o con buen oficio, que auguraba por lo menos una tarde de toros con mucho interés. El juego de los bureles fue muy serio y encastado, unos en manso, otros en bravo, pero todos con mucha casta y genio. Toros muy bravos al caballo sin excepción, derrochando sangre Contreras. Una corrida de toros en todas sus letras. Esa es la primera razón. La seriedad de esta corrida es un oasis  en medio de un temporada mediocre, con una cabaña brava en crisis de casta y un trapío a la baja, con toros pequeños, noblones, sosos, carentes de verdadera emoción.

La crisis de la tauromaquia es innegable en Colombia, no sólo políticamente hablando, sino también desde las oficinas taurinas, donde el ventajismo y la falta de toros en propiedad no sólo está acelerando el fin de las corridas y la afición, situación para nada nueva, sino que también está estandarizando -para mal y hacia abajo- el toro que se lidia en cada Plaza. Una corrida como la de ayer es un muestra viva de que con el Toro-Toro, esto sí va. Y va porque ante un Toro, en todas sus mayúsculas, hay que ponerse con cabeza y técnica, con seriedad torera, dignificando el oficio antes que la exhibición. Ante toros en su extensión hubo toreros que entregaron la verdad de su profesión, aún en sus propias limitaciones.

¿Crisis de afición? Tal vez. Más bien, falta de afición a esa cara de la tauromaquia insulsa que se está desperdigando por los ruedos colombianos. Encierros escurridos, rayando en novillo, descaradamente arreglados, descastados y bajo la excusa de colaborar con el arte, en exceso tontos. Animales sin emoción o riesgo, que anulan el componente trágico del rito y lo hacen rayar en lo patético. Seguramente esa es mi crisis de afición, al no concebir el ritual sin el componente peligroso que debe infundir un toro de lidia. Esta es la segunda razón, al infundir respeto los toros de Mondoñedo, todo lo que bien se hiciera en el ruedo tenía su mérito. Y lo que no, la afición y el mismo bicho lo cobraba. Ante este panorama, en mi concepto, se desdibujan otras «apoteosis» toreras ante animales de medio pelo. Ya vendrá uno a saber si es de aficionado «ya un poco pasao», como lo decía Domingo Ortega, «que cuando veis el toro con facilidad, pues no se entusiasma». No lo sé. Pero él mismo dijo que «cuando veas un toro hecho y derecho y un hombre que sale y está bien con él, verás como vibra la gente de otra forma que cuando es una cosa de andar y pasar, andar y pasar del el arte de torear». De esas palabras harán 60 y algo más de años, pero su verdad sigue siendo la misma. El toreo de carril, la obsesión por el pasar no soporta la afición, la verdadera tauromaquia, la ética del toreo y la sabiduría del oficio, que sigue aflorando cuando un toro de verdad lo exige. Sin corridas como esta, el ritual sería más una mala comedia, en lugar del triunfo y honra simbólica a la muerte, al miedo, al peligro y a la tragedia.

Volviendo a la corrida de ayer en la Santamaría, precisamente lo que se vio fue una Plaza vibrando de otra forma ante hombres, especialmente Rafaelillo y José Garrido, que estuvieron francamente bien ante toros que no entregaron su vida y sus dominios con facilidad. La tarde de ayer fue el conjuro de toros exigentes y toreros valientes que cuando sucede refresca o mejor dicho, confirman mi entendimiento profundo de la tauromaquia como un ritual de lucha titánica, de poderío, ritual frentero y verdadero.

En su primero, el murciano estuvo muy entregado, y aunque se vinieron a menos tanto toro como torero, la sensación que quedó fue la de una faena con la verdad pegada a los machos. En el segundo, Rafaelillo lidió con aún más oficio y pureza, al que tal vez fue el más difícil y con más guasa del encierro. Un bicho muy bien armado, bravo en el caballo, que en momentos se puso por encima de los actuantes y que le obligó a plantear una pelea donde lo que más resaltó fue la valentía. Esa sustancia que cargan los verdaderos toreros y que sacan cuando un toro de tanto genio busca vencerle y hasta matarle. Es de mi entender que el valor, el oficio y el dominio vienen primero que el arte, porque no hay arte sin lidia, aunque pueda haber lidia sin arte, así en la tauromaquia actual se lidien animales que no exigen lidia y vienen ready made pa’l arte. Aunque hasta cierto puntos, las faenas de Rafaelillo no terminaron de cuajar, su quehacer en ellas, poniendo la ética por delante, demostraron su maestría en la lidia, en el dominio de los toros, en el rescate de la pureza del combate y además de esto, una impecable dirección de lidia que dan cuenta de su verdad, que es suficiente para llamarle torero y esperar que el próximo año regrese a refrendarse en su torería.

Quien sí logró cuajar dos faenas importantes fue José Garrido, que a menos de dos años de su alternativa ha curtido su oficio y dado la talla en serias corrida en Plazas como Bilbao, en Sevilla como novillero y ayer en Bogotá. Le vi francamente bien, con buen sitio, toreando con profundidad y reposo, buscando más el toreo caro, ante dos Mondoñedo que exigieron su torería a fondo. Particularmente, me gustó más la faena a su primero. Parado en salida, no pudo ligar más que dos capotazos antes de la entrada de los caballos. Mal augurio. Sin embargo, en honor a su casa, el bicho sacó su casta en el tercio de varas y a partir de ahí, vino a más. Buena conjunción entre un animal difícil pero que se fue metiendo en la pelea y un Garrido dominador que le llevó a donde quiso y le estoqueó bien. Una de las faenas más serias y cuajadas de la Temporada y digna de 5 años de espera, en mi caso y el de Mondoñedo, de volver al coso del barrio San Diego.

En el sexto, la corrida había ido a más, con el público poniéndose boca abajo con los contreras, sus buenas peleas, su honda seriedad y la admiración que esta Plaza profesa a esta solerísima ganadería. Tocayito, de nombre, cumplió con altísima nota en todos los tercios, y rápidamente se ganó el favor del público, acompasado por un Garrido inteligente y bien puesto. Se dio el indulto y la Plaza se hizo un clamor. ¡Mondoñedo, Mondoñedo, Mondoñedo! La Plaza no sólo estaba a los pies del extremeño y del sabanero Tocayito. También a los de Don Gonzalo, el ganadero y el recuerdo de su padre, don Fermín, fallecido el año anterior. Fue corrida de justas dimensiones, donde el toreo se celebró en su verdad. Esta es la cuarta razón, el dar la mayor dimensión a la buena tauromaquia, la que necesita del toro, donde este es su eje y verdad y no un mero accesorio. Donde se hace realidad el viejo dicho de hoy sí vinimos a los toros.

¿Crisis del toreo? Pues algunos ya me dirán que no tiene sentido una tauromaquia simplemente basada en el derroche de valentía, ante toros imposibles, entendimiento arcaico del ritual. Sin embargo, yo hablo de una conjunción tan difícil de suceder en corridas mediocres, donde el toro peca por su ausencia. La reconstrucción de la afición, la salida de su crisis, parte por entender que el toreo moderno deshonra al toro, le reduce a su mínima expresión, en una interpretación maniquea donde el toro debe colaborar con el torero y no, en su naturaleza, luchar por sus pagos y su vida. Crisis que por demás sustenta cierto animalismo aficionado que busca la reducción del castigo, en un afán de defensa del toreo, pero que desconoce y al tiempo caricaturiza al toro, lo vuelve un actor de reparto, inherentemente secundario, en una lucha donde su combatividad le hace protagonista.

Una corrida tan rematada como la de ayer es un oasis de afición y la Plaza de la Santamaría ayer fue un oasis de seriedad y canon, ante una temporada latinoamericana llena de mediocridad, triunfalismo y bufonería. Una revelación incómoda para algunos de una tauromaquia de dominio y valor, de técnica y saber, que revela el engaño del postureo en los toros. Ayer, cuando las verdades se revelan simples, yo sólo vi la materialización de las palabras de don Domingo Ortega, una Plaza vibrando de otra forma y cinco razones suficiente para sobrevivir esta afición a punta de mondoñedos.

 

 

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Al que no quiere caldo… 3ra. de abono.

Para comenzar, debo que decir que pasada la «pelea» entre varios miembros de esa peña-parche que nos reune en la fila 15 de sol (y en Facebook porque somos muy digitales), me fui a la Plaza de Toros con la intención de dejar de lado tantos rencores, amarguras y apasionamientos y mirar la corrida con tranquilidad. Con algo de asepsia periodística, por lo menos… No lo logré.

Definitivamente, no puedo ver una corrida de toros de las de ahora sin entrar en un estado de sopor profundo, mezcla del aburrimiento, la indignación y la lástima de ver cómo se diluye una Fiesta que es parte esencial de mi propia vida. La corrida del 29 fue un completo despropósito, una galería de imágenes para los antis. Como sería que ni siquiera los tropipops encontraron qué jalear en una tarde que logré resumir en algo menos de 1000 caracteres y que hoy, a fuerza de no dejar caer este blog, inflo en modo pseudo-conocedor de todo esto que, dicen, es tauromaquia. Pseudo-conocedor porque la verdad no entiendo ni la mitad de las cosas que pasan, en medio de premios y de vueltas al ruedo sin valor. Ahora, en un ejercicio doble-propósito, me ahorraré las palabras ya dichas y pegaré los tweets enviados ayer, en un intento de reducir una triste tarde a su mínima expresión. Y claro, la idea es que también nos sigan ahí. Después diré algo más… creo. [Si el caso es de pereza, bien podés saltarlos].

1.

2.

3.

4.

5.

6.

Coda.



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Entonces, de qué vale repetir lo que ya hemos dicho muchísimas veces sobre esta neo-tauromaquia pop. Lo más triste, la inaceptable presencia de los juanbernardos, novillos todos, paradójicamente, con mucha falta de pienso y otro con falta de Reduce Fat Fast. Lo indignante el afeitado, aka. cornicure de todos los novillones, no sólo los de rejoneo. Todos pasaron por el mueco. Cuando los cosas van mal, como gringo echando napalm, no hay quién se salve.

Así, duele ver cómo vuelve la burra y patea. Y patea. Y patea. Ay dió, si no fuera por mis pacientes compañeros de tarde, siempre dispuestos a repartir bota, patacón, jamón y guaro. A escuchar con amor los ácidos comentarios de este amargado de los toros, riéndose con amabilidad cuando me da por bailar choque en medio del sueño o burlarme del jaleo que se arma cuando los caballitos llaman con las patitas al toro. Y es que así parece que será la «fiesta» para quienes queremos conservar la esencia de lo que debe ser una verdadera corrida de toros, confinándonos a las páginas olvidadas de la tauromaquia de El Cossío o los ensayos admirados de don Ernestico Hemingway.  Tal vez, reducido a la memoria youtebeana del «milagro del toro blanco de Osborne» en las manos del Maestro Antonio Chenel «Antoñete» (QEPD) o a la esperanza de una Francia, dicen «torista», que procura salvar a lo que ya nadie le para bolas… En fin, así podría seguir tirando ejemplos de una ilusión que parece que no volverá a aparecerse en los ruedos. Siendo así las cosas, como quien dice, al que no quiere caldo… Con lo que llevamos, me han dado 4 tazas.

Como nos tocará ver esta «Fiesta»:

Lo que vemos, porque no hay nah.

Foto, as usual, por Andrés Rivera.

Porque así se ve en verdad:

Lindo el afeitado del novillo.

La prueba, por Andrés Rivera (dar click para agrandar).

Fuck you all!

Abadía Vernaza.

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3ra. corrida en Bogotá (Rejones).

3ra. corrida de abono: rejones. (Quienes me leen con frecuencia saben que ahí está todo. O casi todo).

Sólo quiero decir que, con contadísimas excepciones que siempre deben haber, la práctica actual del rejoneo es un espectáculo circense que ha perdido el respeto por el animal, tanto al toro como al caballo. Sé que es atrevido, y en el toreo de a pie también sucede. Pero, a mi humilde modo de ver las cosas, el rejoneo hace gala de esta ausencia de honor y gallardía.

Abadía Vernaza.

PD: La segunda corrida de abono fue para mí una mansada insufrible, con un novillo en suerte a El Juli que estuvo espantoso, a puro control remoto. El Fandi, sin torear. Y Solanilla, a seguir entrenando, sobretodo, la suerte suprema.

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Julián López «El Juli».

Antes de empezar quiero seguir insistiendo en mi indignación con el «indulto» del toro «Fulero» de El Paraíso. Lo hago porque el Toro sí fue un buen, que en otras manos hasta de pronto hubiera armado un zafarrancho, pero no, así no fue. Y la orden de Presidencia fue que el toro debía morir y como fue devuelto después de los tres avisos, la decencia taurina y el Reglamento Nacional en su artículo 70 exige que debe ser apuntillado en presencia del Inspector de Plaza. Pero como acá las cosas NUNCA son lo que parecen, el toro se lo quedaron los Hnos. Estela. Por lo menos, esperemos que le dé algo de sangre a esta pobrísima ganadería. A caballo regalado no se le mira el colmillo, ¿no Eduardo? Lástima que las cosasacá se hacen por la otra, por la trampa, por la doble. Así son sus teje-manejes en Cañaveralejo y así acabaron con la Plaza, orgullo caleño y colombiano. Porque se amangualan pa’ sacar su tajada y se siguen burlando del público caleño. Ese toro debe ser apuntillado, en presencia pública y con registro en acta de Junta Técnica. Acá está la carta que entregamos a Presidencia, a Periodistas y a la Peña Taurina La Sultana. ¡Debemos hacer respetar el Reglamento y acaba con la mafia que maneja la Plaza de Toros de Cali! Esto no se puede quedar así.

Sigo con la corrida. Este festejo del 28 de diciembre y la de hoy -29- son las dos que, en el papel, pintan como las mejores armadas del ciclo en Cañaveralejo. La euforia se está yendo al 30 con los nombres de El Juli, Castella, y Bolívar. Pero todo el mundo olvida la maravilla de ganadería que está anunciada, Puerta de Hierro. Eso me huele al mismo petardo que se pegó el año pasado. O mejor, con la despedida del Maestro César Rincón, hace dos cuando se corrieron las misma vuelta de Ambaló. Es que son la misma mala monta. Pero bueno, a pesar de la manito echada por la Autoridad siguen pasando cosas, cosas sucias. Y todo esto a qué viene. Yo estoy seguro que a pesar de la resistencia de ciertas figuras a no torear ciertas ganaderías, el Toro colombiano tiene un prototipo al que estos toreros no son muy renuentes y hay sangres bravas que son tiradas a corridas de relleno, dejando a las Ganaderías de la Empresa ¡Síiii, así! con corridas de buen cartel pero pésimo comportamiento de las torcazas.

El encierro de Ernesto González Caicedo fue manso. Mansedumbre a diestra y siniestra. Esa mansedumbre de carretilla, animalitos que iban y venían sin meterle huevitos a la pelea. Animales de esos que uno ni recuerda cómo se llaman. Ni cuántos 400 kilos pesaban. Animales sin trapío, sin presencia, sin poder. Animales que en manos de brutos, se transforma en una corrida insufrible, soporífera. Menos mal, había alguien como inteligente en el ruedo. A El Juli, como cualquier aficionado caleño que asiste a la Plaza hace más de 10 años, conozco desde que era un pollo lo más de pintoso y hacía las delicias de mis amigas, no-amigas y amiguitas. Acá vino de novillero y armó la «chupamelculo». Después volvió como Matador de Toros y la armó otra vez. Y así, hasta que dejó de venir a Cali. Obvio, era un espectáculo pa’ las masas, el niño genio, el prodigio de España y México. Pero no volvió. Cayó en ese bache donde todo el mundo lo dio por muerto, por acaba’o, que se le había ido el toque mágico, el dedo que todo lo volvía oro.

Sin embargo, nunca le había visto tan inteligente. A mi modo de ver, dio dos lecciones de lidia, entendiendo bien a dos tontos mansurrones de Ernesto González. Eso sí, peligro que uno diga que bruto, no hubo. Pero sí hubo mando a dos idiotas que ni sabían pa’ qué estaban ahí. Cali pudo ver a ese niño banderillero, capotero y papasito, toreando con la maestría que poco llevan por dentro. Y me encanta. Me encanta porque así reducimos los niveles de ignorancia un poquitico, profesor Súper O. Con cátedra de tauromaquia. Porque de eso se trata todo esto. No se trata de repartir mantazos cual borracho voleando el poncho. Hay que torear. Cosas que para no dar más detalles, Perera no hizo, ni por error Y así y todo anda encaramado por allá en las nubes. Cosas que pasan.Pero a «El Juli» se le vio con más peso en la cola, como diría mi madre. Y sí.

Otro torero que siempre he defendido es a Diego González. Me parece la torería más desperdicia entre los matadores colombianos. Lidió con mediana decencia una chotada de lote. Pero como decíamos en tendido, ser torero es creerse el cuento. Y Diego como que nunca lo hizo. Lástima. Al final, una salida a hombros, con una tarde en la que sigo acordando con todas las decisiones de Presidencia. Es más, estoy empezando a dudar si el hombre no es del parche de nosotros, de esos que cantamos huevadas por los lados del tendido 1.

Pa’ la terminación de esta chorrera quiero preguntar algo. ¿Ud. no está mamado de los wannabe chistosos, que gritan como Ole como si le mordieran las bolas? Yo sí. Es que hasta eso se murió en Cali, el bullicio divertido pero conocedor que nos entretenía en años pasados. Y ya. Nos vemos en la Plaza con Mano a Mano entre Bolívar y Castella. Y los juanbernardos. Hasta me ilusioné. Adiós.

Abadía Vernaza.

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Confesión – 3ra. de abono.

Quiero empezar confesando que soy un amargado, antisocial e insolente ser humano, terrible aficionado, si no disfruté del goce estético y la excelsa interpretación y ejecución de la tauromaquia de Paco Perlaza, en tarde de «apoteosis» en Cañaveralejo. Soy un vil personaje, malagradecido y mala gente.

¡Bah, quién dijo! Más bien, confieso que estoy mamado de ir a la Plaza. Pero dejemos tanto quilombo que la Feria apenas empieza. ¿Que los toros de Salento apestaban a Gillete? Pues sí, pero a quién le importa, estamos en Feria. ¿Que la tauromaquia moderna se presenta en sus más despreciables variaciones en Cañaveralejo? Pues sí, pero a quién le importa. ¿Que la máxima autoridad no controla y no ofrece un espectáculo más serio? Pues sí, pero a quién importa. ¿Que el público de Cañaveralejo es verbenero y festivalísimo? ¿Tengo que repetirlo? Pues, sí es que estamos en Feria. Y es que Feria sin Toros, no es Feria, y todas esas güevonadas que la Empresa se inventa para arrancar las últimas ventas de una Temporada que cada día avanza, inexorablemente, hacia un fin poco honroso. Al fin de cuenta, uno es el güevón que paga por ir a tan triste espectáculo de circo, corraleja, digno de una Plaza de tercera categoría.

Los toros de Salento, de aceptable comportamiento, chiquitos, cortitos y livianos, muy de ellos. Alguno «potable» pero como siempre hemos dicho, potable es el agua. Se es bravo o no se es, y aunque uno de ellos dio la vuelta al ruedo, para mí, bravura no hubo del todo ahí. Además, olía a paso por la barbería de los 6 toritos, a darles una pulidita en esos pitoncitos.

De los toreros, lo mismo. Paco Perlaza con «tendiditis» crónica, toreando para el tendido, desentendiéndose de la tauromaquia, porque en 1, léase bien 1 tanda de naturales pudo ponerse en su sitio y ligar la embestida. Pero como al público de Cañaveralejo no le gusta, pues por qué no volver a los afarolados, al toreo en patineta, a la rodilla a tierra y el toreo a 5 kilómetros de distancia. Sánchez Vara, en la misma tónica. Toreo de tendido alto, populachero y carnavalesco. Sin parar, templar, ni mandar. Sólo trapazos a diestra y siniestra. Y el perjudicado de la tarde, Ricardo Rivera, torero valiente y puesto en su sitio, que llevó con el peor lote y la ignorancia de Cañaveralejo quien veía en sus revolcadas el supuesto miedo de un novillerito. La ignorancia es atrevida. Le faltan años de experiencia y más corridas difíciles, pero al menos, voluntad de hacer bien las cosas y ganas la batalla entre toro y torero en franca lid sí hay. Eso lo demostró ante los ciegos ojos de la Plaza de Cali.

Para hoy, cartel modificado por la ausencia de Miguel Ángel Perera, al que ya sabíamos sufrió un percance grave terminando la temporada en España y del cual apenas empieza a recuperarse. Esta ausencia, para mí, evidente, no fue anunciada sino hasta la semana pasada, mientras la Empresa seguía vendiendo el cartel con el «mejor torero del mundo del momento», para atraer más borregos. Así son las cosas, a nadie sorprende. Se sabía de la ausencia de Perera desde hace mucho. El reemplazo, Sebastián Castella, el niño consentido de Cali, junto a Uceda Leal y Luis Bolívar.

Y ya, termino diciendo que: Nah, no soy amargado. Soy una calidá tropical, en estas calentanas tierras americanas. Y ya salgo para la Plaza.

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Diagnóstico matutino

Ahora que me he levantao (-05 GMT) he caído en cuenta del diagnóstico final del festejo de ayer:

Tendiditis Político-Rincónica Crónica.

Así, tan esdrújulo como suena.

Abadía Vernaza

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Mucho folclor, pero del burdo…

Es un verdadero placer volver a la Plaza de Toros, sobretodo después de sentir esa especie de cargo de conciencia por haber perdido dos festejos. Pero cuando se vuelve la corrida una mezcolanza de emotividades exageradas, el arte suele ser el primero que se esconde. Hoy, la Santamaría parecía un mar de sentimentalismos que poco aportaron a la corrida. ¡Se nos va, César, sí, sí, yo lo sé, pero tampoco, que no se nos vuelva esto una plaza de indulgencias!

Es que la corrida 3ra. de abono en Bogotá fue un verdadero zafarrancho donde todo el PÚBLICO quería despedirse a mitad de faena de mi amigo Rincón. Y a muchos -estoy seguro que poco les importa- se le olvidó el arte, pero antetodo la compostura. Una cosa es querer despedir a un amigo, otra muy diferente convertir una plaza de toros en una plaza de mercado. Creo que el César tiene por sí mismo los méritos técnicos y estéticos para seguir demostrando quién es, y porque está en el lugar privilegiado en el que se encuentra ahora. No necesita de aplausitos de consolación, ni que cada paso que da -extrañamente también los que da para meterse al burladero- sea un ole y grito de ¡Torero, torero! Se lo ha ganado con años de profesionalismo, y todos estamos eternamente agradecidos por todo lo que ha dado al mundo del toro. Pero él, creanme, que no necesita tanta melosería.

Los Achury Viejo. ¡Ay, mis Achury Viejos, qué les puedo decir! Tenían la buena presencia que se les exige en esta Fiesta, pero el comportamiento de alguno de vosotros dejó mucho, muchísimo qué desear. Los vi algo gordos, muy cebados, escurriéndose a medida que la lidia avanzaba ¿Mucho concentrado, señor Rocha? (Mucho pienso, en nuestra querida España). Porque así que les vimos lo que se llama fuerza, nanai, nadita, nadita. Algún animalito por ahí, de esos que mis amigazos de la radio llaman potable, pero pues yo creo que potable es el agua. Los toros, no. Los toros son bravos o no. La potabilidad es problema de ingenieros y de Empresas de Servicio Público. En la plaza eso no nos importa.

El triunfador de la tarde fue el reemplazante Castella -no me canso de repitir, a pesar de todo, mejor que Danko. Cuatro orejas el resultado. ¿Bien ganadas? Puesssssssssssssssss, depende de cómo lo mirés, no. Si sos acérrimo defensor del toreo moderno, pues sí, pero como acá no, pues sencillamente, no. No digo que mi querido torero de la voz infantil haya hecho las cosas mal. Salió a triunfar, a «demostrar» por qué la Empresa contó con él para llenar el hueco dejado por el ¿golpeado? Danko -la verdad, no soy mala leche, pero mi novillero torero de encaste Linares se hubiese complicado mucho con los Achuricitos. Pero bueno, hablo de Castella, el francés de lacito al cuello, quien salió a hombros de la plaza. No sé, para mí, el mismo guión torero. Primera faena, larga cambiada; la segunda, estatuarios. Sin terminar de convencerme, o más bien de razzle dazzle me. Sorprenderme en el ruedo. Pero bueno, eso me suele pasar con la Fiesta tal cual como está. Mucha oreja con la cual no salgo estupefacto.

El señor Rivera, el señor Ordóñez, el señor Rivera Ordóñez, simplemente no hace honor a los apellidos torerísimos que lleva a cuestas. Toreo mediocre, mendigo, arrastrado. Con muchas faltas que a su edad no le veo tiempo para compensar. De esos toreros que NECESITAN -así, cuestión de bronca u oreja- las banderillas, y como en Bogotá no las puso, pos os imagenaréis. Por que con lo demás, no hay nada qué hacer. El Rivera y el Ordoñez son lo único torero que yo le veo. Y pues  su hermanito Cayetano tampoco es que dé muchas esperanzas por la dinastías toreras.

Y ahora, Rincón. Comence este post hablando de una sensiblerería desmedida. Y lo termino hablando de ella otra vez. La primera de Rincón fue una buena lidia a un complicadísimo y bravucón Achury. Lidia con conocimiento, pero no del todo verdadera. Algo de ventajismo, abuso de pico para ser más precisos. Donde la negativa presidencial de conceder la orejita, desperto el amor furibuuuundo de rinconistas presentes. Pero el show comenzó en la segunda. La mayoría de la gente empezó a gritar a los 4 vientos, y sin importar cuándo, el amor que siente por nuestro torero. Y el punto culmen llegó, cuando al inicio de la faena de muleta, alguna gritó ¡César, retírate! y el indignadísimo maestro miró con cara de pocos amigos al tendido de sol, buscando a la fulana que había gritado tal improperio, y ahí se estuvo el tiempo suficiente para que el manso animal husmeara, escarbara, se aquerenciara y terminara reculando hacia las tablas. Y ahí se nos olvidó el arte, la tauromaquia -me incluyo por modestia, por que la verdad tanto show a mí no me fue- y se conviritió a la Santamaría en un circo de voces expulsando a la imprudente.

Pero dos cosas: 1. Por más inoportuno del comentario en contra, cada uno es libre de opinar, querer y pensar lo que quiera, y no por eso tiene que salirse, y 2. -más importante aún- Rincón le sobra tauromaquia para demostrar lo equivocada que podría estar la susodicha señora. Pero no, la plaza se volteó contra ella, y Rincón también, dejando al animal rajándose hacia los lados de querencia. Después, cuando se acordaron que la cosa era en el ruedo, animal no había. César Rincón se olvidó de lo que él tenía que hacer en el redondel y se metió en un nivel que estaba lejos de lo taurino.

Un nivel tan ajeno qué hasta el toro llevó parte en los insultos y los vituperios provocados por un comentario sin sentido. Al nivel de la política llegó la vaina. Algún radioman reconoció a la fulana y comentó su nacionalidad venezolana y como puede ser sabido por vosotros la relaciones gubernamentales entre mi nación y los vecinos del oriente no están en su mejor momento, así que esto se volvió un zafarrancho. Sí, así es, no hubo corrida de toros como tal, pero sí mucho chiste nacionalista cargado de politiquería barata. Chávez-toro, es solo alguno de los gritos que se dieron en el arrastre. Se nos salió el pueblo. Y como Cesarión se prestó para este juego en el 4to. toro, los demás también quedaron untados de tinturillas de política, desprestigiando, y a mi parecer ofendiendo, el propósito de la Fiesta. Pero les digo algo, no es la 1ra. vez que no pasa.

En conclusión, todos quieren ser los mejores amigos del torero en próximo retiro, pero se les está saliendo lo blando. Y olvidando que la mejor despedida sería la alcanzada con el Toro y la Tauromaquia de verdad. Por ahora, mucho folclorismo, pero del burdo y aburrido.

Abadía Vernaza

PD: La otra semana es rejones, así que pensaré un tema para comentar porque los rejones no son de mi total agrado. Tal vez, algo sobre política en los ruedos. O un grito que oí en la plaza: ¡Ganadería vieja! Si Achury Viejo es ganadería vieja, cuáles son las ganaderías nuevas, o acaso el señor quizo decir antigua, digo, en oposición a modernas. No sé.

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