Este creo que es el post más difícil que he tenido que escribir en este bló de recocha taurina. Claro, cuando todo es una mierda es fácil regarse en una diarrea mental, burlesca y altanera. Es más fácil, más divertido hacer uso de cualquier palabreja sarcástica para caerle al caído. Y no crean que lo voy a dejar de hacer, tampoco. Simplemente hoy, cuando me enfrento a la Verdad, cuando esa búsqueda de años ha dado sus frutos y la espera en medio de tanta oveja, parafernalia y despropósitos ha valido la pena, siento que no voy a encontrar en mi léxico, slangs e invenciones, palabra alguna que pueda dar una idea algo cercana a lo que nos entregó Mondoñedo en la lluviosa tarde de ayer: la más grande corrida de TOROS vivida en los últimos años, y sin mucho miedo a exagerar, tal vez, la más verdadera que he presenciado en mis años de aficionado.
Es una vaina muy complicada reconstruir este ventarrón de recuerdos que sacuden mi cabeza y que, pasado un día entero, aún siento como si siguiera en la Plaza, temblando de miedo, lleno de respeto por los animales que imponían su presencia en el ruedo. Emocionado hasta las vísceras porque durante dos horas y pico todo esto de la tauromaquia volvía a tener sentido. Por muchas tardes todo fue sopor, indignación y aburrimiento. Tardes tristes, esperando, soñando con un encierro que parecía que nunca iba a llegar. Añorando una ilusión que no parecía ser real. Pero lo fue. Mondoñedo nos devolvió la esperanza, la afición, el sentido a la Fiesta Brava, el respeto hacia el TORO Bravo. Por dos horas y pico, Bogotá se entregó a una corrida que, a pesar de los miles de asientos libres, los que creímos y seguiremos creyendo en esto nos debemos sentir privilegiados.
En el paseíllo, un cartel para muchos descolorido: Ramsés, Bolívar y Naranjo. Tres colombianos, para la mejor ganadería de este lado del charco. Contreras puros pa’ un rolo, un caleño y un paisa. Graderías vacías, si algo un 1/3 de Plaza. Estábamos los que somos y alguno que otro invitado que creyó en nuestro sentido de aficionado y se dejó llevar a esta corrida «tan poco» importante. Gris el cielo, en el mejor gris bogotano. No era una tarde de tropicalismo montañero. Bien pudo ser una tarde de sombrero y ruana. No era la típica tarde de sol, guaro, bullicio y farándula. Algo iba a pasar. Y así fue.
Se abrió la puerta de toriles por 1ra. vez en la tarde y de la oscuridad salió un hermoso TORO negro, serio y encarado. Su pinta arrancó los aplausos de los presentes y los primeros gritos de ¡Toro! no se hicieron esperar. Algunos aficionados, aún adormilados, saltarón de sus puestos cuando en su primer arranque por poco se lleva a la humanidad de Ramsés. Con los ojos de todos en el ruedo ya nadie los pudo quitar. En la vara, pelea de varones. Una abominable pica, que claro, tuvo que rectificarse en lugar de volver a entrar, así hay cosas que ya paila. Había toro, temblaban las manos de los presentes, había miedo. Miedo, respeto, bravura y frío, mucho frío. Ramsés mostraba susto y no pudo encontrar el mejor sitio para lidiar y sentirse seguro, no dejaba sus pies quietitos, así que despachó rápido, después de no dar mucha pelea. El 1ro. nos había devuelto la esperanza. En el segundo turno de Ramsés, (4to. toro de la tarde), saltó el más pequeño de los 6, pero que nada falto de bravura, embistió con una nobleza desbordada. Con un pelea brava pero menos intensa, también persiguió en banderillas. Ramsés inició con arte, pero se fue diluyendo en una lidia más novilleril y sin belleza y mucha falta de sitio. Para mi, un toro completo y honesto que se vio sin gran oponente. Pudiendo reventar la Plaza, el bogotano se quedó a mitad del camino. Vuelta al toro, aplaudido con estruendo por los presentes. Saludo y vuelta para el torero, en medio de muchas críticas.
En el segundo lugar, a Bolívar le tocó otro negro negro en suerte, con una presencia imponente, bien armado y poderoso que también arrancó aplausos de salida. Rápidamente, el caleño lo embarcó en el capote y dio pases a la verónica con valor real. Puesto en suerte para la pica, arremetió con fuerza y el varilarguero no reacciónó, rayando feamente el lomo del toro y apenas logró conservar la cabalgadura. Se les había olvidado qué era un toro de verdad en la vara, al parecer. En los palos, se sentía el miedo. Gustavo García «Jeringa» no logró ponerlos en su sitio. La lidia se complicaba. Bolívar dio pases valerosos, que mostraron la embestida del animal. Pero como toro complicado y curtido, se fue saliendo de sus manos, adquiriendo sentido y midiendo la embestida. Manseando el toro, Bolívar le arrancó algo más de faena a un animal que rápidamente se empezaba a defender. Buena estocada y una oreja sufrida, algo larga, pero que le debió dejar los pies dolidos a Bolívar. Le hizo sudar.
El quinto toro de la tarde fue el TORO que más me ha enamorado EVER. En serio, soy como una quinceañera cuando pienso en ese animal. Un castaño quemado, 530 kilos, casi 5 años, ¡un varón! Es que sólo este animal pagará todas las chotadas que me he chupado y me alimenta la afición por muchos años más. Salido de chiqueros la Plaza se pusó en pie a aplaudirle. Bolívar sabía que hay estaba el TORO. Lo capoteó con dominio y deteniendo este tren de carga. Bien llevado al caballo, se vivió una pelea única. Sin miramientos, se fue sobre el caballo, metió la cabeza, levantó sus patas por encima de la mona, con el rabo erguido en una estampa perdida de la suerte de varas. El picador, mérito propio, logró mantener la cabalgadura y pelear con el mono. Aplaudida esta suerte, el del caballo se descubrió la cabeza y estábamos extasiados. Al menos yo. Como la constante, en los palos había miedo y respeto. Bolívar trasteó él mismo a su animal, era suyo. Tres palos en lo alto y el caleño salió a torear montera en su cabeza. Bravura vs. torería. Las primeras tandas fueron buenas, pero pronto el mono se fue encima del moreno. Desmonterado, Bolívar empezó a sudar y TORO a aprender, exigía una mano MUY dura. Yo al quinto muletazo ya estaba entregado a la embestida de este castaño. Su embestida era genuina, como su arremetida al caballo. La cara abajo, besando la arena de la Santamaría. Su rabo arriba, sacudiéndose con alegría. Para mi, y si no estáis de acuerdo nos vamos a los golpes (no mentira, ni pa’ tanto) era un animal de indulto. No tenía que ver más. Su trapío, su alegría a la salida, su poder, su pelea en varas, su peligro en banderillas, como humillaba en la muleta… I loved you, mono. 4 real. El animal, exhausto por una pelea a muerte, se entregó. Bolívar tampoco quiso dar más. ¿Faltaron muletazos para el indulto? No creo, al menos yo ya lo pedía. La pelea se diluyó, ni público ni Presidencia otorgaron algo, pero el TORO había pasado por ahí. Eso me importa más. Lo había visto. Bolívar, una oreja larguísima. Las contradicciones de la Fiesta.


Besando la arena, fotos por mi amigo Andrés Rivera.
(Uff, estoy cansado y aún faltan 2 animales y colofón de la corrida).
En tercer y sexto turno estuvo el paisa Naranjo. En el tercero de la tarde, le tocó en suerte otro negro poderoso y lindo. A la salida se llevo el cemento de la puerta de chiqueros. ¿Descornado? Naaah, esos eran de verdad. Malayamente picado, dio una brava pelea. Bien puestas las banderillas y Naranjo al trapo rojo. El animal exigió mano y a pesar de la voluntá del paisa, el toro agarró sentido y se complicó. Se le montó encima. Siendo un peleador mañoso, empezó a medir más sus embates y con cara de peligro, ajustaba un golpe certero. Se le veía en la mirada. Naranjo sacó una lidia voluntariosa y deslucida, esquivando esas embestidas cada vez más duras. En el último de la tarde ya habíamos visto 5 toros y no esperábamos menos. No nos defraudó. Salió un animal de 500 kilos, y 4 años y medios. Como sus hermanos peleó, arreó, embistió y triunfó. Naranjo, en un gran gesto torero, brindó el animal al mismísimo ganadero, lo que la Plaza agradeció con emoción y sinceridad. Después del gesto, salió valeroso, dando lindos trincherazos de salida. El resto de su lidia fue hecha con decencia pero su escasa experiencia le pasó factura. Al final, triunfó la divisa.
Se terminaba una Corrida de Toros… el verdadero 6Toros6. Seis hermosos Mondoñedos, con edad, trapio, peso y casta. ¡Uff, la casta, esa condición tan olvidada y denostada! Seis animales poderosos. ¡BUUM!, la onomatopeya de la tarde. En los capotes, en los petos, en las tablas, en las columnas. Seis animales desbordados de casta, de integridad, de Verdad. Hoy, el día después, respeto a los que a ellos se enfrentaron. Pero vamos, que así deberían ser todas las corridas, en esto se constituye el valor. Me decían al oído, con sinceridad y razón: «Esto es muy diferente a lo que sucedió el domingo pasado. Acá sí se siente miedo por ellos».
Esta tarde única no podía terminar de otra forma: el ganadero a hombros. Los aficionados, en sus puestos esperando el saludo de los criadores… ¡Toro, toro, toro! ¡Ganadero, ganadero, ganadero! ¡Mondoñedo, Mondoñedo, Mondoñedo! La tarde esperada llegaba a su fin, pero esto fue apenas el principio de los recuerdos. Un estruendoso aplauso, a pesar de la falta de público, retumbaba al paso de don Gonzalo Sanz de Santamaría junto a Luis Bolívar, cargados por los monosabios. Pero quedaba algo más, un detalle único. Don Fermín, a pesar de sus años, inició una sentida y lentísima vuelta al ruedo, ayudado por sus nietos -o bisnietos-, recogiendo los aplausos que una ganadería como Mondoñedo se merece. La afición bogotana, peñas, porras y parches, todos presentando sus respetos a un Señor que ha entregado su vida a la Fiesta y a cuidar la casta que tienen sus toros. ¡Qué corridón, for Christ sake!
Y así, ayer supe que no soy un amargado, sino un enamorado del Toro Bravo. ¡Gracias, Mondoñedo por darle sentido y verdad a esta Fiesta tan apaleada! Estoy en paz.
Abadía Vernaza.