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El fracaso no es lo que parece.

Desde ayer algo no me cabe en la cabeza y es pensar que la corrida fue un fracaso. Cierto es que nadie va a una Plaza de Toros a pasarla mal, ni deseando que a Pepito le vaya mal. Vale la cara larga porque la verdad es que Fandiño no estuvo a la altura, las razones las sabrá él. ¿Pero un absoluto fracaso? La corrida fue un lleno total, conjugación de apuesta y hierros, se habló antes, durante y después. Las 6 ganaderías apostaron tanto como Iván y salieron también crucificadas al no tener los animales lo que sus criadores creían que tenía. Lo mismo que Fandiño quiso dar al anunciarla y no pudo. Pero que no haya orejas, o puerta grande o que salgan no toros facilones no deja de hacer de la tauromaquia lo que es. Es ingenuo creerlo. El torero perdido, el toro manso, el toro complicado hace parte de la grandeza y dificultad de la Fiesta. Todo seríamos toreros o ganaderos si así no fuera.

Así para mi, en línea con el valioso argumento de la variedad por el futuro de la Fiesta, me parece un despropósito aquellos que están apuntando al fracaso «torista» de la encerrona. Es ridículo, los toros cumplieron en presentación y un par de ellos tenían juego para ser toreados y así lo exigían. Pero como al parecer quieren toros de carril, tontos y noblones, pues ahí ves cómo se cargan su pachanga táurica. El fracaso no está en que no haya salido el torito «amorantao» para cortar orejitas y armar la chupipandi. Lo más duro fue para Fandiño. Más que fracaso, la tauromaquia le dio una bofetada a su momento, cosa que no es nueva y hace parte de la cruda realidad del rito más cruel y hermoso de todos. Ahora, que la gente se indigne porque hay toros difíciles frente un torero limitado por su propia humanidad y que por esto no haya triunfo y olé, ese es el verdadero fracaso de la tauromaquia actual. Lo demás, es parte de la Fiesta. Y doy gracias por eso.

Foto de @fueradecacho. Toda la propiedad es suya. Creo que es una buena representación de un importante corrida de toros.

Abadía Vernaza. (@Cañaveralito).

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Otra corrida más

A veces, en este ejercicio de reseñar corridas just for fun uno llega a quedarse sin tener mucho para decir, ni bueno, ni malo. Ni rabón, ni divertido. Es que la corrida de ayer estuvo normal, dentro de los cánones de la tauromaquia posmoderna.

El encierro de Las Ventas del Espíritu Santo (propiedad del Maestro Rincón) estuvo muy en su tipo: toros de media cepa, irregulares en presentación y juego. Unos corpulentos pero con poca cara y poca encornadura, otros mejor armados pero con poco peso. Y en general, de muy poca fuerza, trayendo de nuevo esa lidia contemporánea a media altura y sin exigir mucho a los gatos. Así, carentes de ímpetus en los animales, transcurrió una corrida de las de ahora, como nos están tratando de acostumbrar. En el reconocimiento se quedaron dos, teniendo que ser cambiados a última hora. No me imagino qué eran.

En el 1ro., Vargas no entendió al negro, no sabía dónde pararse, moverse, sentarse. El otro tampoco ayudó. Así quedó. En su segundo toro (4to), Sebas Vargas quedó con ojo y tirria a su bicho astifino, después del susto en el primer lance y así, lo de destoreó, tratando de inventar una mansedumbre que no existía. Nada, la Plaza no le creyó.

En el 2do., El Juli lidió un toro completamente sometido, arrodillado. Si bien vale el llevarlo a ese punto, el animal carecía de ímpetu, nada de poder. Ahí podrían quedarse horas, con una bestia más que bruta. Cortó una oreja, por el cariño que le tiene esta Plaza tan sabrosa. En el 5to. El Juli le trató a un manso insoportable, de esos que el calor caleño hace aún más jartos. Así, nos aburrimos mal. Yo me pregunto qué tendrá Cañaveralejo para que tanto animal salte así, aterrado, saliendo despavorido. Vaya uno a saber.

La mejor nota de la tarde la tocó Iván Fandiño. En el 3ro. lidió con honestidad a un toro complicado y peligroso. Mandó y metió carne buscando ganar la pelea. Una oreja. Y al último, le sacó una faena interesante, con verda, con mucha torería. Lástima que al final cayó en el show del indulto que esta Plaza armó con animalete que apenas y entró al caballo. Igual tuvo que estoquear, siendo muy efectivo. Dos orejas y con esto abrir la Puerta del Señor de los Cristales.

En notas apartes, me entristece mucho las mañas y jugarretas que buenos subalternos de la casa han agarrado, alterando la faena. Ellos saben quiénes son.

Abadía Vernaza

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Ve, mirá, volvimos a esto de los «toros».

A mitad de año me lamentaba por la situación de la Fiesta, representada en los tejemanejes entre la Alcaldía y la Corporación Taurina de Bogotá y el incierto futuro de la Santamaría. De alguna forma me despedía de un año taurino sin rumbo, porque Bogotá se ha convertido en la Plaza de mis cariños, algo decorosa, en medio de tanto barullo y pseudo-tauromaquia. Ya es conocido que decidí nunca volver a Medellín y su plaza posmoderna, sin muchas ganas de ir a Manizales a ver, generalmente, toros brochos y facilones, sin coincidir con las pocas fechas de Duitama y sin planes para volver al suplicio que se había convertido la plaza de Cali, así me quedaba sin rumbo taurino. Pero, gracias a las siempre bien recibidas vacaciones colectivas, terminé regresando a mi tierra, a la Sultana del Valle, y como le decía ayer a mis compañeros de corrida, Cañaveralejo tiene el mejor gancho de mercadeo para hacerme volver: la Feria y mis amigos. El eslogan comercial de esta plaza reza «Feria sin toros no es Feria», pero siempre me he preguntado qué sería de la Temporada Taurina en Cali sin la Feria. Así que, arrastrado por los amigos, el plan después de la cabalgata, la bota, las risas y la pequeña esperanza de que la actual intervención de la Plaza, la salida de sus rectores y la llegada de una nueva Junta Técnica vele por la integridad de esta decadente plaza, volví.

Confieso que este año ni los carteles conocía, no les había parado bolas. Por ahí supe del aburrimiento que fue la corrida «Pre-Feria» y de la pésima corrida del 25 con los Puerta de Hierro. Pero, aunque ya estaba en Cali, ni por la Plaza me había asomado. Hasta que ayer me convencieron y así compré entradas para todos los días, del 26 al 30. Tampoco eran tantas.

La corrida de ayer, pasando por ser un Festival, no dejó mucho de qué hablar. Se lidiaron 6 Fuentelapeña para 6 matadores: Antonio Ferrera, Paco Perlaza, David Mora, Luís Bolívar, Iván Fandiño y Javier Castaño. Los animales muy irregulares, tirando a la mansedumbre pero con fuerza, excepción ahora que debería ser regla. Al menos, no se vieron toros sentados, algo que ahora destacamos. Too bad.

De los de a pie, Ferrera cirquero, bullicioso, ejecutó todas las suertes él mismo, a un mocho duro. Con ganas de armar foforro, se llevó dos orejas larguísimas, medidas a cuenta «de festival». Ahí van sumando. Después, Paco Perlaza, que uds. saben, jamás he entendido su concepción del toreo, ni me he conectado con algo que realice en el ruedo. Ayer entramos en una interesante discusión sobre los toreros de arte, los de técnica, los de poder y sobre qué sensibilidad y qué empatía se debe tener para lograr algo en esa difícil profesión, a propósito de Perlaza. Sobre lo realizado en el ruedo, lo vi arrastrado por toda la Plaza, sin poder mandar un burraco del que poco vimos. Ah, le dieron una oreja, vaya uno a saber por qué. Creo que después vino David Mora. O no? Ya no sé. Al rato salió Luís Bolívar, con voluntad lidió bien a un burlaco repetidor y aguantador, que le siguió el paso durante casi 20 minutos de faena y que Cañaveralejo, blandito, trataba de indultar. Pero Presidencia y torero, y unos pocos buenos aficionados, supieron que no reunía las condiciones para tan «perrateado» premio y entró estoquear. Le dieron dos orejas, que a la medida de lo mostrado por Ferrera y Perlaza, pues valían algo más. Me parece que lo hizo bien, con aguante, mandando, dando distancias, con la buena izquierda. En general, bien y con gracia y cabeza. Después vino Iván Fandiño, que no vio a su toro y lo despachó rápido, armando la discusión y el descontento en los Tendidos. Para mi, hubo algo de displicencia. Pero quién soy yo. Después del calor de la discusión, uno espera más de un torero como Fandiño. Cerró Javier Castaño, dejando ver cosas buenas de torería a un mansurrón, propinando una estocada recibiendo, como a 5 metros de distancia, algo desfigurada pero con intención y vale por ella.

Así, pasó la primera noche de corrida. Yo no sé si son los faroles, previos a la corrida, los colores borrosos en medio de las luces de la Plaza, pero las corridas nocturnas no son iguales. Todo pasa en medio de una opacidad extraña. Esta tarde vuelve el sol. Nos vemos.

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Triste decepción – 5ta. de abono.

Ya sabía mi instinto de aficionado, instinto que se sustenta en ir a casi 20 corridas en Colombia por sólo ver una, que repetir lo vivido el domingo anterior no iba a ser fácil, si es que era posible. No es pesimismo, es que la tauromaquia se compone de excepciones, no de repeticiones. Vale más un solo muletazo de verdad, que 100 mantazos, uds. entienden mi idea. La expectación despertada por las fotos que circulaban de los santabárbara, del cartel de «media tabla» pero con toreros forjados a fuerza, la promesa de una tarde solitaria, de sólo aficionados, de 1/3 de Plaza. Una de esas tardes que, como me decían en el tendido, gustan a los aficionados, más no a las Empresas. Así se formaba una tarde que prometía y que se transformó en una triste y profunda decepción por el espantoso comportamiento de los animales del capitán Barbero. Pero les voy contando parte por parte.

La tarde estuvo precedida por un fuerte aguacero, con granizada incluída, que retrasó media hora la corrida. En ese tiempo, el equipo de monosabios logró arreglar un pantanal y convertirlo en un ruedo presentable y apto para la lidia. Well done! Desde el principio el cielo nos obligó a usar los ponchos y resguardarnos en las carpas del guaro. ¡Claro, para el frío! A las 4:00 inició el paseíllo, tan extraño para nosotros como lo sigue siendo el de la Santamaría. Me gusta más el de mi decadente Cañaveralejo, partiendo Plaza. Detalles. Maricaditas.

El cartel estaba compuesto por toros de Santa Bárbara, del capitán Barbero y que pastan por estos lados tan cercanos de La Calera. Toros que iban para Diego Urdiales, Iván Fandiño y el colombiano Juan Solanilla. Como dije más arriba, a mi estos carteles sin tanto bombo en cuanto a figuras y anunciando ganaderías que considero serias, me alientan a comprar el abono y volver a la Plaza. El día que no haya al menos una de ellas, paila, nothing else matters. Y con lo lindo que pasé el domingo anterior, tenía esa afición renovada. No voy a ser fatalista y decir que ya todo se fue al carajo. De hecho, sí se está yendo al carajo, pero ganaderos como el Sr. Barbero o la familia Sanz, mantienen, así sea languideciendo, este cuento de los toros. A pesar de que este domingo el encierro de Santa Bárbara vino de mal en peor y no dio ningún juego.

Los 7 toros (ya que Iván Fandiño regaló uno más, el de irnos) estuvieron completamente faltos de raza y de verdadera bravura. De presentación muy desigual, hubo mono grandes y pesados (sobre los 520 kg) y otros, más flacos y muy armados (algo más de 470kg). A todos, en mi opinión les faltó cara de toros, esa cara que no sólo la da el tamaño y la edad, sino también la casta, la raza y la bravura. Se supone que uno debe ser completamente objetivo pero ver una ganadería tan seria y con tanta afición como Santa Bárbara reventar con tanta falta de todo, duele. Y mucho. Sin conocerlo siquiera, imagino al capitán Barbero descosiéndose los sesos, tratando de descubrir qué salió mal. Estoy seguro que estará herido en su orgullo ganadero y apenado con la verdadera afición bogotano, que dejó la comodidad de su casa en medio del granizo para ver su corrida. Y lo digo porque en años anteriores, Santa Bárbara ha dado corridas serias y verdaderas, que le han merecido lo que hoy escribo. A re-tentar, a volver a probar, a desechar y seguir en la búsqueda de la raza, es lo que le queda. Lástima y mucha.

Uno por uno, en el primero estuvo Iván Fandiño, que confirmaba en Bogotá. Al frente tuvo un toro manso, receloso y probón, que huyó a los capotazos de los subalternos. Metido a fuerza de mano al capote de Fandiño, lo llevó al caballo donde dio una pelea bravucona. Igual de receloso en las banderillas, llegó con su poco poder y raza a una muleta muy poderosa del español. Con una lidia muy completa y conocedora, Iván Fandiño logró exprimir las condiciones del toro, logrando una faena que se vio coherente y bien hecha. Probando y recelando durante los tercios anteriores, podría decirse que el toro se vino a más, pero por voluntad y lidia del de a pie. Me gustó su faena y me gusto su honestidad torera, dando lo mejor para lidiar un animal que muchos hubieran zafado por manso. Aún así, a su pesar, no logró rematar su labor en la suerte más importante, la que les da su nombre de matador y así se fue la que quizá hubiera sido la oreja más verdadera de lo que va de temporada. Al menos, yo hubiera pedido una. En el quinto de la tarde, Fandiño poco pudo hacer frente a un manso de libro, vacío, parco, sin raza. El español despachó rápido con buena estocada y quedándose sin encierro, sin premios del público y con las ganas de agradar a Bogotá, ofrecióse para lidiar un séptimo toro, si la Presidencia y sus alternantes lo permitían. Siendo así, saltó un 7mo. toro, el más avacado del encierro y creo el menos contrahecho. Siguiendo el comportamiento de sus hermanos, careció de valor y rápidamente busco el refugio del rajado. Fandiño lo trasteó con valor, dándole ventajas de toro manso y arriesgo un poco en favor de agradas. El público, agradecido por la ñapa, le entregó una oreja y seguramente, dejándo la Plaza en buenas migas para volver el próximo año.

El que ya no está bien parado con la afición bogotana es Diego Urdiales. En el segundo de la tarde (por ceder el 1ro. a Fandiño), Urdiales tuvo en suerte un rajado, bravucón, que no quería saber nada de nada. El español, con miedo manifiesto destoreó al animal hasta llevarlo al punto del soponcio. Siendo así y tratando de abreviar, convirtió la última suerte en un despropósito. Un pinchazo hondo y yanosécuánto intentos de descabello, se vino la Plaza encima. Con una Presidencia indulgente que le regaló cerca a 45 segundos, tocando sólo dos avisos y esperando un par de segundos (en el tiempo de la suerte suprema, cada uno es una eternidad). A nuestra consideración de aficionados, debieron ser los tres avisos y puntilla. Una gavilla de Usía, que no debería darse. Así se iba pitado con algo de razón. Pudiendo sacar la espina a punta de pundonor, a Urdiales se le metió el miedo también en su segundo (4to. de la tarde). Era un castaño armado, bravucón y traicionero, que se revolvía con prontitud. El de a pie, manifestando la condición en exceso peligrosa y a falta de voluntad, se fue a la 3ra. o 4ta. tanda por el estoque y ahí sí lo hizo con decencia. Ya no había pitos, había indiferencia. Así, simplemente le he visto 3 tardes y en las 3 ha salido como si nunca hubiera venido. Ha venido de paseo a estas tierras americanas. Quién sabe si vuelva. No creo. Colombia no fue lo suyo, my friend.

El último del cartel fue el colombiano Solanilla. En su primer animal se enfrentó a un toro de decente hechuras. En mala lidia, el animal no fue picado, la pica no llegó a cruceta y el animal nunca humilló. Solanilla estuvo bien con el capote, pero hasta ahí. El toro era noblón y Solanilla pudo mantearlo sin templar un solo pase. Con sentido, el animal empezó a defenderse y el colombiano siguió manteando a media altura y sin mucho sitio. Poco expertise. Plantó una buena estocada y el público concedió una oreja larguísima. LAR-GUÍ-SI-MA. El sexto toro de la tarde ya venía con el peso de una corrida donde no había encierro a pesar de que, si mal no recuerdo y siendo largo, fue el «mejor» de la tarde. Mejor muy entrecomillas. Así, fue el peor presentado del encierro en sus hechuras, de pitones bien chiquitos. A mi memoria de lo poco que recuerdo viene que fue el más fijo de la tarde y que menos buscó tablas. Ya no sé. Aún así, recuerdo que Solanilla estuvo muy destemplado, sin sitio, sin lograr embarcar la embestida. Le falta mucha mano. Ya recuerdo que me decían que así, pequeño y desarmado, iba a servir. Pues ahí sirvió, pero la falta de recorrido de Solanilla se evidenció en un animal que no exigía mayores papeles tampoco. Por ahí salvó una cornada cantada, gracias a la falta de palitos del burraco. Solanilla debió cerrar una tarde que fue de 7 mansos por el regalo de Fandiño.

Lástima por una ganadería seria y de las que me gustan a mi, pero así son estas cosas. «La búsqueda», como la llamó mi amigo Botija, es un camino más lleno de amarguras que de alegrías. Esto es una Fiesta, más no una parranda. Y los matices grises y oscuros son los que de verdad contrastan las verdaderas apariciones de la Tauromaquia. Pocos, los más pacientes, llegarán a verla en su esplendor. Así lo creo yo.

Abadía Vernaza.

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