Quiero empezar confesando que soy un amargado, antisocial e insolente ser humano, terrible aficionado, si no disfruté del goce estético y la excelsa interpretación y ejecución de la tauromaquia de Paco Perlaza, en tarde de «apoteosis» en Cañaveralejo. Soy un vil personaje, malagradecido y mala gente.
¡Bah, quién dijo! Más bien, confieso que estoy mamado de ir a la Plaza. Pero dejemos tanto quilombo que la Feria apenas empieza. ¿Que los toros de Salento apestaban a Gillete? Pues sí, pero a quién le importa, estamos en Feria. ¿Que la tauromaquia moderna se presenta en sus más despreciables variaciones en Cañaveralejo? Pues sí, pero a quién le importa. ¿Que la máxima autoridad no controla y no ofrece un espectáculo más serio? Pues sí, pero a quién importa. ¿Que el público de Cañaveralejo es verbenero y festivalísimo? ¿Tengo que repetirlo? Pues, sí es que estamos en Feria. Y es que Feria sin Toros, no es Feria, y todas esas güevonadas que la Empresa se inventa para arrancar las últimas ventas de una Temporada que cada día avanza, inexorablemente, hacia un fin poco honroso. Al fin de cuenta, uno es el güevón que paga por ir a tan triste espectáculo de circo, corraleja, digno de una Plaza de tercera categoría.
Los toros de Salento, de aceptable comportamiento, chiquitos, cortitos y livianos, muy de ellos. Alguno «potable» pero como siempre hemos dicho, potable es el agua. Se es bravo o no se es, y aunque uno de ellos dio la vuelta al ruedo, para mí, bravura no hubo del todo ahí. Además, olía a paso por la barbería de los 6 toritos, a darles una pulidita en esos pitoncitos.
De los toreros, lo mismo. Paco Perlaza con «tendiditis» crónica, toreando para el tendido, desentendiéndose de la tauromaquia, porque en 1, léase bien 1 tanda de naturales pudo ponerse en su sitio y ligar la embestida. Pero como al público de Cañaveralejo no le gusta, pues por qué no volver a los afarolados, al toreo en patineta, a la rodilla a tierra y el toreo a 5 kilómetros de distancia. Sánchez Vara, en la misma tónica. Toreo de tendido alto, populachero y carnavalesco. Sin parar, templar, ni mandar. Sólo trapazos a diestra y siniestra. Y el perjudicado de la tarde, Ricardo Rivera, torero valiente y puesto en su sitio, que llevó con el peor lote y la ignorancia de Cañaveralejo quien veía en sus revolcadas el supuesto miedo de un novillerito. La ignorancia es atrevida. Le faltan años de experiencia y más corridas difíciles, pero al menos, voluntad de hacer bien las cosas y ganas la batalla entre toro y torero en franca lid sí hay. Eso lo demostró ante los ciegos ojos de la Plaza de Cali.
Para hoy, cartel modificado por la ausencia de Miguel Ángel Perera, al que ya sabíamos sufrió un percance grave terminando la temporada en España y del cual apenas empieza a recuperarse. Esta ausencia, para mí, evidente, no fue anunciada sino hasta la semana pasada, mientras la Empresa seguía vendiendo el cartel con el «mejor torero del mundo del momento», para atraer más borregos. Así son las cosas, a nadie sorprende. Se sabía de la ausencia de Perera desde hace mucho. El reemplazo, Sebastián Castella, el niño consentido de Cali, junto a Uceda Leal y Luis Bolívar.
Y ya, termino diciendo que: Nah, no soy amargado. Soy una calidá tropical, en estas calentanas tierras americanas. Y ya salgo para la Plaza.